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Nuevas paletadas de deuda. No sólo fue la financiación

Pasado el tercer trimestre del año, la deuda de la Generalitat Valenciana (GV) sigue aumentando y la cifra de diciembre superara los 42.000 millones, después del apunte del FLA extraordinario que tan benefactor será durante este mes. Desgraciadamente nuevas paletadas de deuda van a caer en breve, la penúltima con motivo de la liquidación de Ciegsa. Por desgracia van a tener razón aquellos que, en el límite de lo políticamente incorrecto, han sostenido que la deuda de la GV no podía explicarse por la fórmula del conseller Soler: 90% debido a la mala financiación autonómica y 10% a la mala administración anterior. Hoy en el Consell se hacen estimaciones más cercanas a la realidad; el viernes, la vicepresidenta Oltra desmintió indirectamente a su conseller afirmando que de los 40.000 millones de la deuda del pasado septiembre, 17.000 serían debidos a la mala financiación (la estimación actual del Consell de la deuda histórica) con lo que el efecto sobre la deuda de la mala gestión y/o despilfarro habrían significado 23.000 millones. El 10% del impetuoso Soler ha pasado al 60% de una Oltra quizás más informada y consciente.

La vicepresidenta señaló que la deuda es «insoportable» y que «hipoteca el futuro» de la GV pidiendo «parar esta sangría» por un doble mecanismo: nuevo modelo de financiación y una negociación de la deuda «indebida». El Consell ha decidido distinguir entre deuda buena y deuda mala para justificar la que inevitablemente va a tener que contraer. La deuda es deuda, bien se adjudique a una mala financiación, bien sea achacable a pasados actos irresponsables y/o delictivos. Solamente asumiendo esta situación podemos discutir con el Estado. Cierto es que ante la inviabilidad de la GV siempre puede iniciarse el camino hacia el soberanismo, lleno de sentimientos, como Cataluña nos muestra.

La idea de pedir una «deuda histórica» ha surgido desde los aledaños de la que se supone es la más prestigiosa institución académica en materia económica de esta tierra, desde donde mezclando economía y política se da por supuesto el maltrato histórico que hemos sufrido lo valencianos. No se puede negar lo injusto de la financiación pero ha sido triste ver como para reclamar una mejora futura de ella, se ha llegado a minusvalorar el impacto que en el montante actual han tenido los disparates que aquí hemos permitido.

El presidente Puig y su equipo decidieron comprar la reivindicación del maltrato histórico que nadie reconoce en euros. Si se busca en los programas políticos de los partidos que vamos a votar el domingo, se constata que la mayoría pasan de puntillas sobre el modelo de financiación autonómica, con ignorancias incomprensibles en partidos emergentes, y los pocos que de él se ocupan, lo hacen con generalidades sin comprometer cifra alguna. Sobre cómo resolver la deuda acumulada ¡nada de nada!.

Gane quien gane el domingo, Puig va a seguir gobernando con esta reivindicación como bandera de enganche y con un taxímetro de deuda que no deja de avanzar. Lo que uno entendió de la rueda de prensa del viernes de la vicepresidenta vino a confirmar un temor que viene de ya hace muchos meses: la GV está en riego de existencia en su actual formato.

La semana pasada llego la última paletada de deuda al saber que la GV acabará haciendo frente a 2.040 millones de euros de la construcción de colegios durante mas de una década, de los que 1.130 serían sobrecostes. Compartiendo la calificación del conseller Marzà de «brutal» y su anunció de mandarlo a la Fiscalía «para acabar con una barbaridad ética», no se acaba de entender esta indignación sobrevenida, pues todo era conocido: Esta situación era algo que debería haber estado metabolizado antes de hacer promesas que no van a poder cumplir, a menos que sus anhelos soberanistas incluyan la superación de estas incoherencias. En cualquier caso, agradecer al Consell su voluntad política de poner negro sobre blanco todo lo ocurrido durante estos últimos años; sin embargo, gobernar no puede ser solamente fiscalizar.

Durante la época ZOC (Zaplana-Olivas-Camps) en Valencia se transformó la satisfacción de necesidades y aspiraciones colectivas en viles depredaciones que ponen en duda muchos argumentos en favor de la existencia de comunidades autónomas en la organización del Estado. La forma de cubrir necesidades legítimas se ha hecho con sucesivas paletadas de deuda: reformar y construir nuevos colegios era una necesidad obvia y pero se ha pervertido a Ciegsa, un ejemplo de ingeniería financiera que permitía sanear a corto plazo el balance de la GV; aspirábamos a una RTV autonómica y para ello surgió RTVV que en su devenir, con la connivencia de muchos, llego a ser un monstruo que habrá apuntado más 1.400 millones de euros en nuestra deuda.

Sin querer ser pesado, otros orígenes la deuda fueron: Ciudad de la Luz para el cine en Alicante; Valmor para la ilusión de la Formula 1 y la presencia de Valencia en el mundo; Aerocas para el «imprescindible» aeropuerto de Castelló; Cacsa para la megalómana Ciudad de las Artes y las Ciencia; Consorcio Valencia 2007 para la Marina Real formado para una Copa del América que se fue para no volver. Otras ya existían: Feria Valencia en la órbita del Ayuntamiento de Rita Barberà; la creación y el crecimiento de los campus universitarios (UV,UPV; UA, UJI, UMH) etc. Cada episodio tiene sus peculiaridades, con diferentes grados de despilfarro, ineficacia y falta de previsión, pero tienen un triste punto en común: haber incrementado hasta lo impagable la deuda de la GV.

Nadie discute la bondad y la necesidad de contar con colegios; con medios de comunicación públicos; con instalaciones para nuestro audiovisual; con acontecimientos deportivos de nivel; con aeropuertos rentables; con fachadas marítimas; con palacios feriales realistas; con instalaciones universitarias; etc. pero sobre todas estas necesidades y aspiraciones han operado mecanismos y procedimientos que son sólo explicables cuando se ejercita la irresponsabilidad de que lo público lo aguanta todo y de que en el caso que se abuse y algo salga mal siempre estará la GV para afrontarlo. Hoy sabemos que quienes están en riesgo son los servicios públicos que gestiona el Consell.

Algunos de estos irresponsables y/o corruptos, pensaron que podíamos construir colegios descontroladamente; aumentar plantillas y entrar en el negocio del futbol televisado sin temor alguno; construir estudios cinematográficos que sólo eran una esperanza materializada en inversiones locas; alternar con el imperio de la F1 para la foto; construir aeropuertos a mayor gloria provinciana; bases de embarcaciones de millonarios que no se pueden reciclar en paseos marítimos razonables; pabellones inmensos para ferias inexistentes; campus universitarios propios de la burbuja inmobiliaria, etc.

Cuando se toma la posibilidad de gobernar, por mucho que sea le dificultad, se llega llorado, no llorando. Desgraciadamente la reclamación de la deuda histórica, tal como está planteada, es una quimera, una ensoñación política. Una especie de escapismo que no reconoce una realidad muy amarga sobre la GV. Esta parece ser la táctica del actual Consell a corto plazo que no todos compartimos por su falta de viabilidad.

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