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Flores y masajes

Lo más indiscutiblemente democrático que tiene el sistema democrático es su capacidad de decepcionarnos a todos. El bipartidismo está muy tocado, cierto, pero aguanta bastante bien, paciencia: si hay algo que siempre se cumple, es la sucesión, aunque no de acuerdo con nuestras previsiones. Gobernar después de muerto es algo que no le salió bien ni a Franco, que tenía un macizo de margaritas en el culo y, como dice uno de Monty Python, si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes. Por otro lado, las cosas no están tan mal: quizás el PP aprenda a dialogar y ceder, la elegante gimnasia del pacto, de una manera muy, muy española: porque no tenga más remedio.

También es posible que nuestra derecha deje de funcionar como un impecable consorcio de separadores que no ve, entre Torrevieja y Cabezón de la Sal (lo que es salero, nunca nos faltó), no ve, digo, más que comunistas, etarras y bolivarianos: los últimos españoles vivos, como esas tertulias monocolores de ciertos platós de Madrid que viven en su propio país, que no es el nuestro. Con Izquierda Unida, como antes con el PCE, volvió a cumplirse un axioma político: la vida es muy puta y las urnas, más. Cuando un instrumento es elegido por la gente para trasmitir sus aspiraciones, los otros son descartados con la crueldad que sólo garantiza la biología. Un apoderado de EUPV me decía que sólo ellos quieren cambiar el sistema: pues no son muchos los que se apuntan a la excursión por lo que veo.

Lo que han demostrado los famosos sondeos previos es que ya pertenecen „y son muchas las evidencias„ a la industria de fabricación de realidades apartes, o de contentar al cliente, como antes ciertas empresas auditoras y, antes y en muchas partes, unos cuantos diarios influyentes. Nadie tiene un margen de error del 80 % si no se lo propone muy seriamente, como les ha pasado con Podemos (y, en parte con el PSOE, al que ya veían como apéndice irrelevante del PP). Ahora nos traerán flores y nos prometerán amor eterno y masajitos. Insistan, que empieza a gustarme.

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