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Narcos

Hay que ver lo cargaditos que vienen estos días los periódicos e informativos. Que si catalanes, que si reyes magos, que si narcos apresados... Enganchadita estoy cual serie de ficción a lo que nos cuentan estos días en prensa y televisión. La historia más marciana de todas las contadas es sin duda la que narra la captura de «El Chapo Guzmán», el narco más buscado de México que se escapó de su celda por un túnel largo de narices sin que nadie se enterara. Pero su ego ha sido más grande y largo que ese túnel y le ha acabado traicionando. Quería grabar una película sobre su propia vida y el narcotraficante mejicano se reunió con el mismísimo Sean Penn en medio de a saber dónde. ¿Les sorprende? Pues si como yo, ha visto ya la primera temporada de la serie Narcos, seguro que la historia de «El Chapo» le suena bastante y le sorprende un poco menos que al resto de mortales.

La serie de la que les hablo ha sido producida 100% por la plataforma Netflix y cuenta la historia de Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de Colombia que vivió rodeado de lujo, drogas y corrupción. Que toreó a políticos, policías e instituciones, saliéndose siempre con la suya y llevándose por delante tantas vidas como fuera necesario. Historia real a un lado, las imágenes auténticas que se entremezclan con la ficción, el parecido de los protagonistas y un sinfín de motivos más la han convertido en una producción muy digna que vuela a la altura de grandes referencias como Breaking Bad. Márquela entre las series obligadas que ver en este 2016 que empezamos porque, aunque la realidad siempre nos demuestra que supera toda ficción, esta ficción le mostrará aspectos de la más cruda realidad que nunca jamás hubiera podido imaginar que fueran reales. Palabra.

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