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Aún quieren ser princesas

Cantaba Sabina, pongamos que hablando de Madrid, que las niñas ya no quieren ser princesas. Pero entrado ya el siglo XXI las pequeñas siguen enganchadas a las heroínas color rosa de los cuentos Disney y muchas mayorcitas de buen ver buscan príncipe por las televisiones. No hace tanto que doña Letizia, tan seria, consiguió el suyo desde un plató de informativos. Pero en estos tiempos de inmediatez la mayoría escoge el camino más corto, que lleva hasta una recompensa menor: 15 minutos de fama en el trono de mentira de Mujeres y Hombres y Viceversa. Ante esta realidad incontestable y con el título de princesa del pueblo en manos de Belén Esteban, mejor unirnos al enemigo, reír y aplaudir la parodia que propone Un príncipe para tres princesas en Cuatro.

Mucho mejor un programa surrealista presentado por Luján Argüelles, reina madrastra del cinismo burlón, que una dosis de triste realidad con la infanta Cristina en el juzgado, rodeada de caballeros defensores, meninas y hasta bufones a su servicio. No hacía falta tanta crueldad informativa; ya sospechábamos que Hacienda no somos todos, que no hay igualdad ante la ley e incluso que los Reyes Magos son mayormente madres.

Permítanme que insista, a lo Matías Prats, en divertirme más con la ficción. En esta temporada las sucesoras de la princesa Corina son tres: rubia Marta, morena Yiya y pelirroja Rym. Sonaría machista si no fuera porque la burla se centra en ellos, 24 pretendientes expuestos como en una feria de ganado. Primero disimulan vistiéndolos de esmoquin, antes de desnudarlos para que enseñen neuronas. Un príncipe para tres princesas no es un reality, sino pura irrealidad televisiva dirigida y muy bien editada. Aquí la mano maestra es la de los realizadores que crean los vídeos, con su música, silencios y efectos. Ellos inventaron los tróspidos: personajes de los que te ríes sin saber si ellos también se burlan de ti.

CASTING. El reino de las tres coronas lo es también del casting y tiene otra vida viral en Twitter. La princesa Marta dice, quijotesca, estar perdiendo el juicio de tanto leer novelas románticas, aunque luego no le luzcan en cultura general. La musulmana Rym se pirra por el fuet y el champagne y vende una imagen de devorahombres que también comparte Yiya. Ella se vanagloria de joderle la vida a la gente sin miramientos y se define como bipolar y gilipollas. En fin... entre los príncipes hay ligones de discoteca, argentinos románticos, un bombero, un músico virgen, el empresario chulo y un torero de Toledo. El pretendiente invisible es el director de Interviú, haciendo números y preparando la portada.

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