Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Sierra

¿Menos CO2 sin renunciar a nada?

Podría ser el gran debate de los próximos años. ¿Es posible combatir con firmeza las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) responsables del calentamiento global sin renunciar a nuestro modo de vida? ¿O quizá hace falta la renuncia individual, siquiera parcial, a algunas de las comodidades que nos presta la energía en el mundo actual? Hace tan solo unos días, Eduard S. Rubin, investigador profesor de Ingeniería Medioambiental y Ciencia en la prestigiosa Carnegie Mellon University, exponía en las páginas de este periódico algunas de sus ideas sobre cómo combatir el cambio climático. Eduard Rubin sabe bien de lo que habla. Formó parte del Panel Intergubernamental de expertos en Cambio Climático (IPCC) que en 2007 sembró en Valencia las claves del acuerdo que ahora acaba de fraguar en París. La cumbre de Valencia se recordará por ser la que estableció, sin duda alguna, que el cambio climático es una realidad y que el responsable es el ser humano. La idea fuerza caló en muchos dirigentes políticos y también entre un amplio sector de la ciudadanía, aunque hubo que pasar por el fracaso de la cumbre de Copenhague antes de llegar a París.

Eduard Rubin, que obtuvo el Nobel por su participación en el IPCC, presentó el informe sobre almacenamiento profundo de CO2 en terrenos geológicos adecuados. La idea es simple: vamos a tener que seguir produciendo energía «convencional», incluida la del sucio carbón, durante unos años, quizá décadas, el tiempo en que tarde en consolidarse una alternativa energética libre de emisiones de carbono. Sin embargo, sus compañeros y él mismo lo tienen claro: no hay tiempo de espera. Desde ese punto de vista, enterrar el CO2 producido en determinadas industrias y en la generación de electricidad no solo es una buena idea, pese a los recelos que suscita „probablemente tantos como el «fracking»„, sino que probablemente sea una opción irrenunciable para evitar el temido aumento de temperatura. Rubin, como muchos expertos, no cree que ningún país emergente vaya a renunciar a desarrollarse usando la energía que tenga más a mano, y pocos ciudadanos van a renunciar voluntariamente a consumir esa energía si con ello pierden calidad de vida. Sabe que la lucha contra el cambio climático terminará generando economía (PIB y empleo) y por eso apuesta por la innovación tecnológica, los incentivos y las tasas. Todo muy prosaico, pensarán algunos, pero seguramente muy eficaz y la única fórmula viable ahora mismo para no llegar tarde. En el futuro todos seremos conscientes de que el planeta no aguanta nuestro voraz apetito de recursos y seremos solidarios con Gaia, con nosotros mismos y con nuestros semejantes, pero ya no hay tiempo de espera. Hay que hacer algo y pronto.

jsierra@epi.es

Compartir el artículo

stats