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Música sideral

Dicen que por primera vez en muchos años, están abriendo más librerías de las que cierran, lo que parece un milagro no menor que ver a Pablo Iglesias o, mejor aún, al catalán Romeva expresarse en inglés fluido. Antaño, este tipo de prodigios eran más corrientes y los niños venían al mundo chamullando verdades teologales en judeo-arameo. Por estas que son cruces. Como desconfío del amor repentino por la letra impresa, deduzco que son esfuerzos proteicos en pos del autoempleo salvador, pues con 17 millones de trabajos temporales, sólo queda recurrir a la viagra del préstamo (para el consumo) o echarle al poco pan, mucho amor y fantasía.

De hecho, mi joven amigo, el escritor Rafael Claver, especialista en relatos cortos (la última recopilación se titulaba, no sin cachondeo, La gran novel·la de Formentera), este chaval, digo, ha publicado antes la traducción al inglés que el original en suecano-menorquín de su último libro: Short Stories for Tall Tourists (traducción de Kate Good, Catalina la Buena). Qué bien suena, oyes, ya decían Esteve y Ponce, hace muchos años, que la verdad está en inglés. Escribir es una tarea que abre más mundos donde sólo había uno, como esa cueva en Vietnam, de cinco quilómetros de profundidad y más alta que el duomo de Milán, que ahora exploran los biólogos y que tiene dentro simios y murciélagos y trozos de selva allí donde se precipita una columna de luz.

Hasta hemos ensanchado con cuatro nuevos elementos la Tabla Periódica de Mendeleiev, el primero en descubrir que los componentes del universo se agrupaban por grupos tonales: la música de las esferas. Aunque es más fácil explorar un planeta remoto que desintegrar un prejuicio y por eso Joan Ribó, con perdón, ha inventado la política coste cero (o su alternativa de lujo: buena, bonita y barata), al menos mientras Smigol Montoro, retenga el Tesoro y bailemos ante la Casa de la Vila la Nochevieja, que eso fue gratis. Y todo un éxito. Ahora a arrancar farolas que con su estruendo gárrulo no nos dejan oír la música sideral. Y no digo apedrearlas porque iba a ganar uno de Cuenca que yo me sé.

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