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Exorcismos contra los estragos del campo

El último día de las emotivas fiestas en honor de la Virgen de la Paz „hoy, 25 de enero„, Villar del Arzobispo lo dedica a la antiquísima costumbre de la «Bendición de los Términos» o «Bendición de los Campos», que no es otra cosa que un desear lo mejor, lo más fructífero para las tierras y sus labradores y una especie de exorcismo, antaño, «contra los estragos de las langostas, el orugo y otras sabandijas, así como contras las tempestades de truenos, rayos, granizo y vientos».

La bendición de los campos es una tradición religiosa y cultural que se ha perdido en casi todos los pueblos, que muy pocos lo conservan. A los curas de las nuevas generaciones no se les insiste en esta tradición que deviene de la época fontal de la Iglesia Primitiva. Suele hacerse en la fiesta de la exaltación de la Cruz o en las mayores de los pueblos. Villar del Arzobispo lo hace en las de su Patrona. En la Catedral los canónigos salen a la cancela de la Puerta de los Hierros, antes fuera y ahora ya dentro del templo.

Villar del Arzobispo es eminentemente agrícola, viticultora, con unos excelentes vinos, uno de ellos bautizado con el nombre de Cerro Gordo, que se levanta al sur del término en los confines con Pedralba y Bugarra. El término es extenso y hasta no hace muchos años la Guardia Civil lo patrullaba a caballo, siendo uno de los poquísimos cuarteles que tenían establo para ello.

El ritual que ahora emplea la Iglesia en la bendición de los términos, de 1984, no tiene el sabor rural que el creado por Paulo V (siglo XVII), el que se enfrentó a Galileo Galilei. En él se mandaba que hombres y mujeres, separados, fueran en procesión con el sacerdote, precedidos de la cruz, a cada uno de los puntos cardinales del término municipal, rezando «en silencio y con viva fe», hasta que el celebrante lanzaba agua bendita en forma de cruz sobre las tierras, recordándole a Dios, «que mandaste al hombre guardara y cultivara la tierra», concediera «siempre cosechas abundantes, des fertilidad a nuestros sembrados, y alejando de nuestros campos la tormenta y el granizo las semillas puedan germinar con abundancia».

Lo de antes estaba más en la línea bíblica de la bendición de Isaac a Esaú: «Dios te dé del rocío del cielo y de lo más preciado de la tierra: trigo y vino en abundancia. Que los pueblos te sirvan, y las naciones se postren ante ti. Sé señor de tus hermanos, y póstrense ante ti los hijos de tu madre. Sean malditos los que te maldigan, y benditos los que te bendigan" (Génesis 27:28-29). Ahora el asunto es más escueto, el sacerdote dice en la paraliturgia lo concreta así: «La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda y permanezca sobre nuestros términos y sobre sus frutos». El resto queda en manos de los plaguicidas y el cambio climático.

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