La cadena de dentisterías „llamarles clínicas quizás fuera excesivo„ que responde al nombre de Funnydent dejó colgados a unos cuantos centenares de clientes (pacientes ya no son) que se endeudaron para tener la dentadura blanca y alineada de una heroína de telenovela (colombiana). Muy funny no parece. A los de Vitaldent, otra cadena dedicada a mercadear con los dientes, los han pillado llevándoselo crudo a Suiza y Luxemburgo y volviendo, opulentos, en haiga o avión, si es que a todos los horteras les da por lo mismo: fraude fiscal y ropa interior de seda. Como Al Capone. Mucho antes, en la primera victoria electoral del señor Aznar ya vi que sus ansias de regeneración iban a lo que iban cuando los gastos en farmacia y dentista dejaron de desgravar. No se pide factura de lo que no desgrava.
La estomatología „viene del griego, señor Wert„, los dentistas y los cirujanos fueron dos de las especialidades más tardíamente aceptadas en la respetabilidad del cuadro médico. Sus tareas las asumían, antes, los barberos, que eran muy apañados (el mío componía relojes y sillas). Hoy se cuentan, con los cirujanos plásticos, entre los que se ganan mejor la vida porque los tres trafican, o pueden hacerlo, con una idea modular del cuerpo „se corta lo que va mal y se implanta el recambio„ y con el delirio de la eterna juventud. En la música pasa igual: los de U2 llegaron tarde, pero ganan más que Mozart. De hecho, ganan tanto que tienen el dinero en Holanda porque pagan menos que en Irlanda, con lo patriotas que parecían los Bono, incluido Pepe.
No pienso atizarles un discurso regeneracionista, pero no nos hemos vuelto chorizos porque hagamos esto, sino que hacemos esto porque nos volvimos chorizos. De hecho, pensaba hacer una reclamación por teléfono a Asisa, que me ha cobrado el doble, de repente y sin comunicación previa, pero cuesta 3,91 euros de establecimiento de llamada y luego cuatro céntimos por segundo. Por segundo. Es un 902. Supongo que es legal. Como la telefonía móvil. Recurriré al viejo arte de la escritura.
