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Poder con Podemos

Las televisiones y periódicos de Madrid hace tiempo que huelen a muerto. No sé si Podemos tiene problemas, pero hay que ver el cúmulo de interesados en que los tengan, deben de dar cupones o, al menos, un paquete de rosquilletas, el caso es que hemos sabido más de las desavenencias y problemas de alcoba entre Errejón y Pablo Iglesias en un semana de lo que supimos de veleidades y devaneos de otros -a menudo, sin sacramentar- en cuarenta años de monarquía constitucional.

Están en su derecho, por supuesto, sólo lo señalo y advierto que si el motivo es la supuesta condición antisistema de Podemos, un partido que se presenta como moderado, el PP, en cuanto tuvo a su disposición un mapa apabullante de mayorías absolutas, lo convirtió en un parque de bombas aspirantes hasta no dejar empleos sin ocupar, caudales por rebañar, fincas por recalificar y virgos por atropellar. A las pruebas (judiciales) me remito. Esos sí que son antisistema, pues el sistema se funda en que la parte nunca puede ser el todo y en que la verdad sólo es la línea sobre la que discurre la confrontación milagrosa de varias concepciones de las cosas mutuamente excluyentes. No es poca magia, algo tendrá la democracia cuando en tantos lugares se aspira a ella.

Esta sencilla evidencia es la que ha olvidado la prensa en papel de Madrid, cada vez más explanada y coral, incapaz de escribir como no sea bajo batuta, al servicio del Gobierno, de Bruselas o de la banca (si es que hay alguna diferencia). Las dificultades del momento presente, sólo son la excusa de la venalidad general, con muchas excepciones, de modo que en Katmandú o Tegucigalpa hay más periodismo que en la capital del Reino y, me parece evidente, menos que en Gijón, Barcelona o Valencia. Tengo un tocho inédito de prosas de regodeo narrativo y reflexivo (ocupaciones de señor mayor) dedicadas a nuestro periodismo y en él me pregunto, como era de esperar, qué hemos hecho para merecer esto. Pues aparte de estar muy distraídos y algo faltos de coraje, haber practicado el compadreo, la colusión con el político.

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