Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio Monreal

Se ruega final feliz para cien millones de euros

Junto al rosario de declaraciones ante jueces, sumarios, vistas orales y sopa de corrupción que bulle a diario en la Comunitat Valenciana, estos días se sale del guión la buena noticia, una exclusiva de Levante-EMV, de que la Fundación Bancaria La Caixa estudia instalar en Valencia un CaixaForum, un contenedor de dinamización cultural del que ya disfrutan siete ciudades españolas, con mención destacada para el de Barcelona, sito en Montjuic, y el de la Castellana de Madrid. El CaixaForum es hoy lo que El Corte Inglés era en los años 80 y 90, cuando se catalogaba a las ciudades en función de si tenían establecimiento de esta marca o no.

La buena noticia llega con el interés añadido de que el Ágora erigido por Santiago Calatrava es uno de los espacios candidatos a acoger el contenedor cultural que se plantea instalar la entidad bancaria catalana. El otro es el Centro Cultural Bancaja de la plaza de Tetuán, sede de una fundación que agoniza y que bien haría en reconvertirlo en un hotel de lujo para evitarse su elevado coste de mantenimiento.

Uno iba a escribir que el Ágora fue construido a petición de la Generalitat de Francisco Camps como un elemento añadido, de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, pero no fue así. Fue Calatrava quien convenció a Camps de erigir un edificio singular cubierto de «trencadís» azul cobalto que pudiera acoger citas especiales y multitudinarias. Estaría rematado por una doble hilera de púas metálicas apuntando hacia el cielo, del estilo de las que ha montado después en el intercambiador de transporte del World Trade Center de Nueva York. En cuanto al uso, siempre fue algo sin importancia. Dicen que el arquitecto de Benimàmet tenía como principal objetivo levantar una pared que tapara las cúpulas de Félix Candela para el Oceanogràfic, que se habían colado en «su» obra como incómodas intrusas.

Lo cierto es que ni uso, ni púas, ni inodoros suficientes para un aforo elevado... El Ágora está sin acabar; se ha intentado que acoja casi todo en una búsqueda desesperada y lleva consumidos unos cien millones de euros. No es de extrañar que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como su predecesor Alberto Fabra, tenga un interés especial en resolver la espinosa cuestión. Fue él quien, en noviembre pasado, invitó a Isidre Fainé, presidente de la Caixa, a instalar un CaixaForum en Valencia, ciudad en la que la entidad catalana había comprado por un euro una de las joyas de la corona, el Banco de Valencia, venido a menos por una diabólica conjunción de decisiones equivocadas y abusos en el juego del poder.

Desde luego no cabe duda de que el CaixaForum es la mejor solución para el uso del Ágora, y todos los agentes que intervienen en el proceso lo saben. Existe un problema de cien millones de euros y se atisba una solución que únicamente un protagonista de la talla y la solvencia de la Caixa puede garantizar. Sin embargo, un importante escollo salta al escenario: las heridas, aún sin cicatrizar, de la dura batalla que libraron la Caixa y Fomento Urbano de Castelló por el control del grupo Aguas de Valencia, actual concesionario de la gestión de una parte de la Ciudad de las Artes y las Ciencias que incluye precisamente el Ágora.

El hoy presidente de Aguas, Eugenio Calabuig, logró el respaldo de la Cámara de Comercio, a través de un laudo arbitral, para hacerse con el 30 % que la Caixa tenía en la empresa, por el que pagó 95 millones de euros. El acuerdo, sin embargo, no puso fin a las hostilidades, que han continuado en distintos escenarios con acciones judiciales y de competencia.

Ahora, el grupo Aguas, por medio de su sociedad Avanqua, tiene dentro de su contrato de concesión en la Ciudad de las Artes y las Ciencias la gestión del Ágora, candidata ideal para acoger el CaixaForum que lleva la Caixa en la mochila. Y las dos entidades son como el agua y el aceite, o como dos imanes que al acercarse se repelen. Seguro que Celia Calabuig, presidenta de Avanqua y hermana de Eugenio, cedería de buen grado la gestión de un inmenso edificio en el que todo se quedará pequeño y que cuesta un riñón de mantener. Pero la escisión no cabe. Supondría una alteración significativa del pliego de condiciones de la concesión y daría a otros, como el anterior gestor Parques Reunidos, un derecho de impugnación con el éxito garantizado en los tribunales.

Así las cosas, para que el mejor proyecto case con el edificio que debe albergarlo se impone un pacto. La Fundación Bancaria La Caixa y el grupo Aguas de Valencia tienen la oportunidad histórica de prestar un nuevo servicio a los ciudadanos, que son su razón de ser y existir, bajo el impulso conciliador del presidente Ximo Puig, aparcando sus litigios y rencillas aunque sea provisionalmente, para hacer viable el CaixaForum de Valencia. El Ágora ya ha costado bastante. Su factura vergonzante no debe crecer un euro más sin fijar un uso que lo saque del despropósito que lo ha acompañado desde su concepción.

Compartir el artículo

stats