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Tratado de zombis

No sé que utilidad social puede derivarse de que Amancio Ortega cobre más de quinientos millones de euros, ahora mismo, en calidad de beneficios personales. Ni creo que haga falta exagerar los peligros del TIPP, para detestarlo. El problema no son los riesgos alimentarios que comportan los transgénicos „nuestra especie ha comido las porquerías más inconcebibles y lo que no nos ha matado, nos ha hecho más fuertes (Nietzsche)„, pero unas pocas manos no pueden controlar todo el tráfico de alimentos (con cosas tan dementes como semillas estériles, que es la misma negación del Ser), ni es lógico resignarse a comer mal pudiendo hacerlo de modo estupendo ¿Hay Unión Europea?

Si el tratado sirve para eliminar aranceles a esto y lo otro, quizás sea útil, no digo que no, pero mal empiezan quienes quieren prohibir que las empresas tengan economatos, precios especiales para sus trabajadores o cualquier otro beneficio social. Libre competencia hasta la muerte y más allá: bonito plan. El principio de precaución europeo „ningún producto se autoriza hasta que se demuestre su inocuidad„ tampoco puede ser abandonado y si se abandona y por culpa de las hormonas me salen tetas, le exijo al Pollo Frito de Kentucky que además de indemnizarme, me busque novio. El dinero siempre fue propenso a la bravata, al bulto de la faltriquera, a toda clase de intercambios promiscuos. Estaba en su naturaleza y siendo orgulloso, se ahorraba ser soberbio.

Ahora, el dinero es un zombi rabioso y en su desasosiego solo es capaz de salir a la luz para devorar más y más y regresar, de nuevo, a su tumba tropical junto a mares de esmeralda o bajo las nieves inmaculadas de Suiza. Y en la tele se celebran los apetitos más colosales, sea del futbolista de moda (en calzoncillos) o de los Rolling Stones, quienes hicieron bien en ir a La Habana: al lado de Fidel y Raúl Castro, parecían unos traviesos chavalines. Los tratos entre EE UU y la UE no pueden anular los progresos en defensa del consumidor, del medio ambiente o de los derechos laborales. A eso hay que oponerse: tranquila y rotundamente.

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