Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio Monreal

La Marina que no sabía si querer ser ciudad

La conexión entre la trama urbana de Valencia y su fachada marítima siempre acaba topando con una valla. Eliminar algunos de estos cerramientos cuesta cientos de millones de euros y otros sólo necesitarían una tarde de pala excavadora. La Marina Real Juan Carlos I, nacida al calor de la 32ª Copa del América de Vela, iba a ser un barrio más de la ciudad, con la imagen del trofeo impresa en las tapas de alcantarilla. Incluso se debatía (y aún se debate) si debería incluir viviendas, al estilo de otras muchas urbanizaciones marinas del mundo entero. Pero el proyecto ha fracasado antes de ponerse en marcha.

Los hosteleros de la plaza de Neptuno, donde se agrupan las principales arrocerías de la capital, han pedido a los gestores de la dársena interior y su entorno que eliminen la valla de base de hormigón y remate de lamas metálicas que separa los dos ambientes para facilitar una mayor permeabilidad. Y les han dicho que no, que esa valla que se levantó como perímetro de seguridad para la Copa del América (sustituyendo a la histórica de forja) y se mantuvo durante la Fórmula 1 protege hoy el recinto náutico del botellón del paseo marítimo y su entorno.

Lo que iba para barrio abierto y comunicado, la representación viva de la nueva relación de Valencia con el mar, se queda en urbanización en régimen cerrado, a salvo de los restos de bebida que tan feas dejan las calles los viernes, sábados y domingos por la mañana. Los vecinos de Xúquer, Cruz Cubierta, Cedro, La Roqueta, Russafa... y así hasta los 22 barrios en los que se da el fenómeno del «botellón» han de aguantarse, pero el no-barrio de la Marina Real, donde no vive nadie, ha de quedar a resguardo y mantener su valla.

Cualquier persona que pasee a partir de la medianoche por el sector del paseo marítimo de Valencia más cercano al puerto podrá ver a cientos, miles de jóvenes y no tan jóvenes, consumiendo bebidas alcohólicas sobre el pavimento o sobre la arena de la playa, combinados que trasladan al lugar en bolsas de los supermercados donde compran los productos antes de las diez de la noche. Con las copas a más de ocho euros en los locales de moda es normal que los jóvenes que viven bajo una economía de emergencia recurran a los Mercadona y a los Consum para sus salidas nocturnas.

También apreciará el observador que los agentes de policía patrullan ante la muchedumbre bebedora como ajenos a la cuestión, cuando está absolutamente prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública. Rita Barberá, cuando era alcaldesa, ya pidió ayuda a la Policía Nacional para abordar el problema del «botellón» porque la Local no podía sola con tantos frentes. Joan Ribó y su equipo, con la socialista Sandra Gómez al frente, ya ha anunciado que va a reforzar la lucha policial contra el bebercio, contra el que nada ha dado resultado: ni los planes de oferta nocturna deportiva y de ocio ni la creación de «botellódromos» en zonas alejadas de núcleos poblados.

A pesar de la resistencia tras la valla, algo se mueve en la Marina Real, aunque sean los barcos. Como se dijo en el primer momento desde el Real Club Náutico de Valencia, el recinto siempre estuvo mal diseñado, hecho al revés, pero nadie quiso consultar con los especialistas del mayor club de España, precisamente el que alumbró la idea de pujar por la Copa del América de 2007, injustamente ninguneado tras la consecución del logro. La queja parece haber calado y los nuevos gestores se plantean dar la vuelta a los espacios y los usos náuticos. Los megayates, que ocupan hoy un pantalán en forma de T con arranque donde estuvo la Escalera Real, serán reubicados en una zona más alejada, con mayor calado. Y los veleros pequeños y medianos serán acercados a la ciudad, creando con ello un nuevo paisaje náutico junto a zona urbana que constituye desde muchos hace años uno de los mayores atractivos de la fachada marítima de Alicante.

La llegada de Heineken como operador privado y profesional a la gestión del singular edificio «Veles e vents», que reabrirá sus puertas a mediados de junio, es un elemento de esperanza para la relación entre la Marina Real y la ciudad, pespunteada ya con los edificios de formación empresarial Edem, Lanzadera y Angels. Esa relación tendrá que empezar por considerar el entorno de la dársena interior y el canal de navegación como una parte más de la capital, afrontando los problemas propios de su plena pertenencia a la urbe y los específicos de su vocación náutica, pero eso no se logrará parapetándose tras una valla.

Compartir el artículo

stats