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Alfons García03

Ese es mi Frank

Es una reacción estúpida, seguro, pero uno siente como si ganara algo cuando dan un premio a uno de los tuyos, uno de esos autores que te llevan acompañando media vida, que esperas lo último suyo para devorarlo sin falta, como si fuera el último informe para conocerte tú mismo algo mejor. Entre los americanos, me pasa con Paul Auster y Richard Ford.

Dicen las crónicas de hoy que su Frank Bascombe es una de las mejores recreaciones del americano anónimo. Pues bien. A mí me ha dado algunas lecciones de cinismo, en lo que tiene el denostado concepto de distanciamiento descreído de la realidad cercana para observarla mejor. Dirán algunos que sin implicarse en transformar esa realidad. Pues bien, otra vez. Grandes palabras, pensaría Bascombe. O Allá cada cual. La primera lección de Bascombe es no dar lecciones, ni pretenderlo. «El artículo de fe en el que he basado gran parte de mi vida: mejor no saber mucho. La plena revelación es el mito de las clases inquietas. Los que ignoran la historia no están más condenados a repetirla que los enterados, pero es probable que se sientan más a gusto sobre muchas cosas». Ese es mi Frank, un tocapelotas de conciencias críticas. De todo tipo de conciencias. Lo es más incluso con el paso del tiempo. La mala uva se va concentrando con los años. Por eso me gusta más Francamente, Frank, la última entrega del héroe de Ford, que la multipremiada El día de la Independencia. Se agradece la síntesis. ¿He dicho héroe? Error. En la narrativa de Richard Ford no los hay. Ni su madre. Uno de los libros que más me atrae de él (otro alarde de brevedad también) es Mi madre, un relato autobiográfico en el que recupera parcialmente la historia de su madre y, claro, la suya. Sin apologías y con los justos sentimentalismos. La ausencia de héroes es la clave para entender la forma de escribir de Ford. Si no hay héroes, no hay épica, ni nada trascendental. «Solo tenemos lo que hicimos ayer, lo que hacemos hoy y lo que aún podríamos hacer. Aparte de lo que podamos pensar sobre todo eso. Pero nada más: Nada firme ni nucleico». Ese es Frank, ese es Ford, el del Princesa de Asturias.

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