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Cabezas de balón

Si uno mira atrás, por un momento y con la ira justa (no es lo mismo que justa ira), comprueba que teníamos unas entidades financieras que fueron saqueadas y tomadas al asalto por una pandilla de arrebatacapas. Teníamos una televisión propia, cuya utilidad decreciente era la misma de un bocadillo de sardinas tras una cena en El Celler de Can Roca, pero nos cerraron esta fuente de adhesiones inquebrantables, desagradecidos. Teníamos también un Valencia CF que, al estrenar el siglo, aún era capaz de ganar una Copa, una Liga o un trofeo europeo y ahora esta vendido a una caja china que contiene un enigma, que contiene un enigma, que contiene un enigma. O sea, nada: el misterio de Fu Manchú.

No me extraña que Bruselas nos haya multado (también al Madrid, Barça y Osasuna y a los modestos Elche y Hércules) por subvencionar directa e indirectamente (los derechos televisivos del fútbol se cifran en cantidades de imposible recuperación) a los clubes, que no son entes asistenciales o de utilidad pública, ni escuelas, ni hospitales. Sólo empresas del espectáculo ¿Por qué habríamos de financiarlas a ellas y no a la siderurgia, a las fábricas de juguetes o a los tejedores de mantones de Manila? No le pregunten al ministro del Interior, balbuceará como un adolescente sorprendido en el baño con una revista de lencería.

Habrá quien piense que hay un, de momento inescrutable, progreso en el hecho de poner en almoneda la herencia de papá y el abuelito. Pienso que es mejor absorber que ser absorbidos, pero quizás esté equivocado: en el sexo oral, en efecto, es al revés, puede que estén pensando en eso los mayoritarios votantes del PP que esperan que el señor Lim les devuelva alguna mirada compasiva, no le he visto ninguna al chino. A los ingleses les va bien tener los grandes clubes en manos de rusos y jeques, pero los ingleses, un respeto, inventaron el capitalismo y un diputado tory suele ser más culto, liberal y sabio que un ministro español de izquierdas. Si el ministro es de derechas, no es digno ni de llevarle el orinal. Con las debidas excepciones.

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