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El mimbre del cesto

Los parlamentos no expresan la voluntad popular, la traducen. Para conocer la versión original hay que bajar a los mercados, subir al alto de Colón, afinar el oído en las colas en las pescaderías. Los resultados de estas elecciones, tan parecidos a los anteriores, no son más difíciles de gestionar que una mayoría absoluta, están mal acostumbrados. Incluso cuando todo parecía más fácil cada legislatura ha principiado con un aumento general de sus sueldos: por el esfuerzo, bonita manera de saludar el nuevo curso. A ver si ahora van a pedir un complemento por actividades molestas y nocivas como cenar con el adversario.

Sus señorías me recuerdan a esos estudiantes que ante la prueba de acceso a la universidad se quejan de que les haya tocado Victoriano Crémer y no García Lorca. Lo siento, queridos: los poetas menores también cuentan y la ciudad de Crémer, León, mira si era bravía que contaba con cien tabernas y ni una librería. Es en los países más democráticos en donde se da mayor diversidad en los escaños, salvo que seas belga: entonces, la diversidad se duplica en versión valona y flamenca (subtitulada), el inteligente pulpo, es octópodo. Tintín y el capitán Haddock, dos belgas ilustres, tenían una insaciable sed de aventuras y exotismo porque en su país sólo podían contar con las patatas fritas.

En cambio, nuestros parlamentarios, incluidos los insurreccionales como Joan Tardà, han empezado por arreglarse los grupos y las asignaciones, las secretarías y el estipendio, como si fueran a durar cuatro años. Podrían haber abolido la Ley Hipotecaria (había votos de sobra), fijar por ley unos mínimos para investigación, becas y clausura gradual de los barracones. Podrían haber aprobado un plan de urgencia para desahuciados, parados de más de 50 años con hijos o maltratadas, pero no lo han hecho. Y eso también era aritmética parlamentaria, que es lo que nos restriegan por la cara como si su señoría fuera Arquímedes y nosotros, bárbaros persas. Ofertas reales y negociaciones a la vista. Ninguna chulería o el PP quizás también descubra que no hay tantos zombis como quisiera.

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