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Wright for president

Puede que Hillary Clinton tenga algo de Claire Underwood, pero nunca podremos quererla como a Robin Wright. Si no sabe de qué estoy hablando usted no es seguidor de House of cards, pero seguro que recuerda a la actriz que fue La princesa prometida o el gran amor de Forrest Gump. Sí, ella. ¿A que ahora me entiende? En la serie norteamericana es la esposa de Frank Underwood, un congresista demócrata que llega a presidente a base de inmoralidad e instinto asesino en Washington. La alimaña política es tan malvada, carismática y creíble que incluso consigue empatizar con el espectador. La bella y fría primera dama es su cómplice, su aliada imprescindible y hasta su enemiga si hace falta. Ella, Claire, también tiene lo que hay que tener y de sobra: ambición de poder.

Tampoco le faltan agallas en la vida real a la actriz Robin Wright, que puso las cartas sobre la mesa exigiendo el mismo sueldo que su compañero Kevin Spacey para continuar en la exitosa serie. Si los dos son coprotagonistas y el personaje de ella ha ganado peso hasta la igualdad, ¿por qué no en la economía real? Ha logrado su objetivo y los dos actores ahora cobran, aproximadamente, el mismo millón de dólares por capítulo. Ahondando en la igualdad, curiosamente también ambos están nominados a los premios Emmy este año como mejores intérpretes de una serie dramática. Y para dramática, la campaña electoral norteamericana, donde el personaje Donald Trump rompe esquemas con su anti política, hasta el punto de no querer ni siquiera que los niños lloren en sus mítines. ¡Habrase visto semejante desfachatez! Solo las caricaturas de Los Simpson le hacen clarividente justicia a la broma de su campaña electoral cuando desvelan que su peluquín es en realidad un caniche mientras la audiencia le gusta el espectáculo de ese rey evidentemente desnudo.

Lo peor del caso Trump es que podría conquistar la Casa Blanca. Ni en House of cards llegan a plantearse esas barbaridades, que ya es decir. Ni por asomo estamos ante un buenazo como el Jed Bartlet de Martin Sheen en El ala oeste de la Casa Blanca. Los tiempos han cambiado un actor secundario como Reagan por un protagonista de reality trasnochado y megalómano. Queda campaña hasta noviembre y los actores de Hollywood volverán a tener su papel mayoritariamente demócrata, en apoyo de la impopular Hillary Clinton. Una profesional, sí, pero tal vez demasiado para ganarse los corazones de los votantes que ya la han visto sobreponerse a derrotas frente a su marido Bill y Obama. Si la realidad puede desbancar a la ficción, ¿por qué no suspirar por la presidenta Robin Wright?

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