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Calabuig: "Promoveatur ut amoveatur"

Una famosa frase latina, de la jerga eclesiástica, muy utilizada en la praxis vaticana, predica la consigna del «Promoveatur ut amoveatur», que el JM Latin English Dictionary traduce con un gran sentido político, probablemente el más certero, «let him be promoted to get him out of the way», que en román paladín de nuestros días sería: se le promovió para sacarlo del camino. Los políticos avezados suelen aprender bastante de los altos eclesiásticos, quienes tienen fama de ser los más hábiles diplomáticos. Y no pocas veces han introducido en el mundo de la política esta teoría llevada a la más fina práctica aplicada a aquellos cargos que cuando son un obstáculo para el funcionamiento de los intereses del partido y están en puestos claves se los cargan promoviéndoles a un escalón aparentemente superior, pero pírrico, folklórico, de lucir el palmito y poco más.

Se le promueve a algo de lentejuelas, para eliminarlo de un puesto realmente clave e importante para la formación política a la que pertenece, se libera dicha posición en el fragor de la batalla política. Es en realidad un despido acompañado de la fanfarria de los clarines y timbales de la ciudad, que hace menos ingrata la marcha, o disimula más la puñalada. Los analistas duros dirían que es «la única manera de deshacerse de un incompetente, promover a una posición nominal de prestigio, en realidad inútil, donde el despedido no puede hacer ningún daño mayor al partido». Es una manera de despedir a alguien que ha demostrado ser inepto para la confianza y responsabilidad que se le otorgó.

Decía días atrás, en unas de mis líneas sobre la política de ocurrencias del actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Valencia en materia de fiestas y tradiciones, que el PSPV-PSOE municipal era y estaba actuando como una dama de corte de honor sorda y muda, sin personalidad ni influencia, avasallada y adormilada por un Compromís que hace y deshace a su antojo. Al año de estar en puesto tan delicado sin cosechar frutos, sin hacerse notar, sin influencia de ningún tipo en la política municipal, ha debido llevar al PSOE a cargarse a Joan Calabuig por la merecida nota de insuficiente que han debido colgarle en la cartilla con rotulador rojo, suspenso ganado a pulso falto de imaginación, de ganas de trabajar y, por qué no decirlo, de ineficaz comunicación de lo poco hecho, el otro gran problema de los socialistas que para profesionales del ramo sólo piensan en si un profesional tiene o carnet de la casa.

A Calabuig se lo han comido siempre en materia de prensa las chirigotas de Joan Ribó, Pere Fuset y los destrozos callejeros de Giuseppe Grezzi, al que pronto la hostelería rendirá homenaje por haber convertido las calles y plazas de la ciudad en extensiones de bares y restaurantes con sus terrazas crecidas como hongos por doquier impidiendo el libre tránsito de los peatones. Es de esperar que este timidísimo paso de Ximo Puig, muy dado a esta clase de maniobras eclesiásticas, sirva para que el PSOE, coligado de Compromís en el gobierno municipal, aporte su sello, su experiencia, su sensatez y su buen hacer „experiencia ha tenido el partido en mandar esta ciudad„ al objeto de, al menos, no nos la desmosten, ni la embarranquen, los RFG, la tríada prodigiosa.

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