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Martí

El Vaticano y el cura de Onda

Se bendicen animales, casas, coches, tractores, banderas y hasta objetos muy variopintos. Pero bendecir el amor de personas del mismo sexo está prohibido. Es más, desde el obispado de Segorbe-Castelló amenazan con la suspensión a divinis para el cura de San Bartolomé de Onda, José García, una pena canóniga obsoleta, por ejecutar un acto antirreglamentario, aunque se abstuvo de ordenar el sacramento matrimonial. El caso de Carmen y Lucía, feligresas de la parroquia de La Plana Baixa que voluntariamente solicitaron el acto de acción de gracias para publicitar su amor, también en sede eclesial, demuestra la falta de sentido de la realidad de la jerarquía de la Iglesia. No así de los sacerdotes que conocen muy bien el termómetro social. Por eso muchos párrocos sortean ese imperdonable veto y acogen en sus templos bendiciones a matrimonios homosexuales y de divorciados. Hasta los más beatos, e incluso obispos y algún preconizado, tienen en su entorno próximo a personas separadas, gais o viudos que pretenden mantener la pensión.

El papa Francisco pretende actualizar la doctrina, pero no solo topa con los rigores vaticanos, sino con obispos fundamentalistas, tipo Cañizares o Casimiro López, que a su vez se apoyan en curas con poco equipaje vital. Quedan lejos esos sacerdotes ilustrados que eran líderes sociales por su capacidad de empatizar tanto con la feligresía como con la ciudadanía en general. La mayoría de los párrocos jóvenes pertenece a movimientos religiosos integristas, poco dados al servicio diocesano y excesivamente rigurosos. A diferencia de los pastores anglicanos, los clérigos católicos se asemejan cada vez más a rabinos e imanes.

Cuanto más restrictivo sea el mensaje católico, y la consecuente práctica, las deserciones continuarán, pese a que la sociedad valenciana es poco anticlerical, pues la mayoría de celebraciones sigue pivotando sobre el fenómeno religioso. Algunos sacerdotes molestos con esta situación „«Cañizares nos está vaciando la iglesia», expresan en la intimidad„ depositan toda su confianza en Roma. Más de uno ya ha acudido a quejarse al Vaticano, pero mientras el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio no dé un paso definitivo, la alegre celebración de Carmen y Lucía seguirá siendo una penitencia.

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