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Algas y medusas

Los festivales, como las bicicletas, son para el verano, y cada verano hay más, debe ser la proliferación causada por el calentamiento global que si en Cullera -el lugar de mi refugio- produjo en otros tiempos mareas rojas y pardas -les informó José Luís Cañamero, hundido en las algas-, alumbró, hace poco, el Medusa Sound, guiño irónico a este bicho flácido y coloidal -emblema gelatinoso de la postmodernidad- que en otros estíos experimentó explosiones biológicas. Algas y medusas, la identidad pringosa. Incluso Tonino y yo escribimos Mort al Palau para celebrar la apoteosis simbólica de la medusa (gigante).

Y a la Medusa griega, el monstruo de mirada petrificante y una cabellera de serpientes enroscadas, comparé yo, algunas veces, a la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, la última en la revista Luzes. En gallego. Pero los festivales que forman un rosario o juego de cangilones, que bajan de Benicàssim a Borriana y de Borriana a Cullera, tienen esa cosa de tren de cercanías, de vagón atestado: trasiegan la misma substancia, el agua de una celebración privativa -aunque sean mogollón-, que da lo mismo donde ocurra y cual sea su circunstancia, que decía el filósofo chulapas. Y admito que Rototom suena muy bien: como las trenzas de un rastafari al aire de una Harley: Rototoooom.

La postmodernidad ha querido reducir toda disidencia al nivel de un mercadillo televisivo de putones y descerebrados. Que no hay nada detrás ni delante y que, como decía el uruguayo, desde que los niños enseñan a sus padres, se acabaron los complejos de Edipo. Pero procedemos de un aliento antiguo, bigger than life, sí. Somos el plancton de la ballena del futuro. Cuanto hay de humano no nos puede ser ajeno, de ahí que se llame semejantes a los semejantes. La gente de los apartamentos tiene su festival, no crean, y si no dan thriller en la tele, son bienvenidas las charangas con mucho bombo, los quintetos con saxo y swing y el atronador poderío del teclado gitano, los reyes del sampler y la caja de ritmos: echa la voluntad, payo malo, que se acaba el verano.

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