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¡Qué bonita es la familia!

En uno de los últimos capítulos de la magnífica serie «American Crime Story-El pueblo contra O.J. Simpson», Robert Kardashian, habla con sus hijas.

El bueno de Robert era amigo íntimo y abogado del exdeportista en su juicio por asesinato, pero seguro que les suena más por ser quien puso apellido a ese clan tan particular de extraños especímenes, conocidas simplemente por «Las Kardashian».

El caso es que Robert va a comer con sus hijas y enseguida les dan una buena mesa saltándose la cola. Las niñas están encantadas de haberse conocido y de recibir esos favores. Entonces su padre, serio y solemne, les suelta: «Para los Kardashian ser buenas personas y amigos leales es más importante que la fama». ¿Les habrá dicho eso en la vida real? ¿Será una broma cruel del guionista? ¿Será que a causa del ruido del restaurante las niñas no oyeron la sentencia de su padre?

Y ahora ¿quién no conoce las peripecias de estas niñas?, el trasero de Kim invade el mundo de los «realities» sin dejar sitio para nada más. En su mundo todo empieza por la letra «K»: la madre: Kris, las hermanas Kourtney, Khloe, Kendall y Kylie, y los maridos: Kris y Kanye. Todo lo que tocan lo convierten en dinero y en «KK».

Lujo hortera, sexo, vulgaridad, confesiones, culos, tíos buenos, el padrastro de las hermanas que va con peluca y pendientes y quiere convertirse en mujer, y otras delicias componen el argumento del «reality» «Las Kardashian». Es el «todo vale» por un punto más de audiencia.

Pero ellas son norteamericanas. Nosotros nos conformamos con algo más de andar por casa, cambiamos la «K» por la «C» y disfrutamos de nuestra propia familia española: «Las Campos». Las acompañamos al médico, al mercado, etc. Madre e hija nos hacen cómplices de sus peripecias? ¡Y revientan los audímetros! Yo me quedo con Teresa y Terelu. Para reírme prefiero la caspa autóctona.

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