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Café Berlín

Un desvelo cotidiano, primero son los vivos, me apartó de la cremación, el martes, del fotógrafo Francesc Jarque con el que tuve un libro a medias y cierta amistad. Jarque tenía un sentido añadido para los arrebatos populares, fueran procesiones o fuegos de artificio, el tonto del pueblo, una pareja de guardias civiles, los surcos preciosistas de la huerta o la señora a quien se le hinchan los panquemados al mismo ritmo que los mofletes. Era un tipo seductor, caballeroso, a quien el mundo humilló echándole encima todos los achaques que por muchos años le perdonó.

Producimos artistas gráficos con bastante regularidad, incluso cuando son cuestionados por los subalternos, como le pasa al pintor Antonio de Felipe a quien la geisha le salió insumisa. Es muy normal en los talleres de arte una cierta industrialización, ya les pasaba a los clásicos del Renacimiento italiano y el propio Murillo tenia taller selecto (aquí) y taller más corriente en América. De Felipe se ha mostrado un poco gallardo y altanero ante la puesta en cuestión de su autoría y los ha colocado en el cesto, redondos y a pares, dispuesto a pintar ante el juez, si fuera menester. Al pop, que es un arte de envoltorios de caramelos y anuncios de aftersun, le sienta mejor una cierta modestia, creo.

Voy al café Berlín en Russafa, donde hay tertulia de cine. Yo vengo de ver ´Cuerpo de élite´ que es otra de mortadelos con buena textura fílmica. Pablo Herranz me regala el último número de ´Xiulit´, el tebeo que le dedica historieta a sor Isabel de Villena y amplio reportaje a València línia clara la expo del IVAM que consagra, con mucho merecimiento, a la generación que renovó el cómic a la muerte del tarugo de El Ferrol: Micharmut, Miguel Calatayud, Manel Gimeno, Sento Llobell?pero lo que predomina en la cena son los escritores de ayer, de hoy o, quizás, de mañana, siempre en la estela del último premio convocado. Aunque Sergio Mars tenga libros y hasta editorial y el Chapo Guzmán haya elegido ´El ave fénix´ de la valenciana Marta Querol para leer en el trullo, donde se lee con mucho aprovechamiento.

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