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Ana y los otros

Llevo unos días, desde que llegué a casa después de haber estado casi una semana en el FesTVal de Vitoria, preguntándome la misma cosa de forma obsesiva. ¿Hay algo peor que ver a Ana Obregón así, sin esperarlo, cuando tú tratas de salir del ascensor y ella de entrar? Les aseguro que lo hay. ¿Hay algo peor que ver dos veces a Ana Obregón en el mismo día, tenerla a cuatro palmos, casi oler los litros de silicona, y advertir que el desastre es del tipo catástrofe sin vuelta atrás porque no tuviste ovarios de darle un manotazo al cirujano o al que te echó tanto botox en las mejillas que te dejó la naricilla atrás, entre los pómulos, como una gorrina que da entre escalofrío y carcajadas? Lo hay. Hay algo peor. Verla en el ascensor, y verla entrar al restaurante donde estás comiendo y quedarte con la merluza en el aire porque ha llegado ella buscando mesa, paseándose por el salón diciendo hola, hola a todo el mundo, y acercarse a la camarera para que, ay, a ver si pueden quitar el aire, que tengo mucho frío. ¿Dicho en susurros? No, ella es Ana Obregón. Que se oiga bien. Pues va a ser que no, guapa. Lo que puede hacer es ponerse allí, donde apenas se nota, le dice la camarera. ¿Hay algo peor que ver a la Obregón dos veces en el mismo día? Sí, verla en el ascensor, en el restaurante, y grabando Algo pasa con Ana, que emitirá DKISS, una de las últimas concesiones en la TDT que rellenan su programación con infames subproductos yanquis „El rey de las tartas, Enterrado en mi basura, o Los peores tatuajes, basura catódica sin paliativos„ . Algo pasa con Ana es otro incomestible producto en la línea de Alaska y Mario o Las Campos. El problema de esta señora es no saber parar. No saber dónde termina su vida real y empieza la fingida, creyendo que lo que hace para la tele se lo tomará la gente como si fuera la real. Y sale falsa, sobreactuada, y vacía. Así que qué importa lo que le pase a Ana.

La fatuidad con tetas. Hablo tanto de un producto que ni siquiera veré porque he tenido la suerte de ver sus tripas antes de que se emita, y porque frente a ese concepto de entretenimiento huero, sin pulso, por Vitoria, como es lógico, ha pasado otra forma de entretener, otros nombres y productos que hacen de la televisión un medio noble que no avergüenza. La última noche de mi estancia en la capital alavesa, cenando en el comedor del hotel Lakua, y en apenas unos metros, se consiguió un retrato casi fiel de la oferta televisiva. Como no hay cosa peor que ver a la Fantástica tres veces en un día sino verla cuatro, pues eso, en una mesa comía Ana Obregón, la fatuidad con tetas, con el equipo de Globomedia „¿qué hará Globomedia, la de Zapeando, El intermedio, El club de la comedia, El objetivo, apostando por este tipo de caquitas de perra emperifollada?„, y en otras algunos premiados de la noche como Iñaki Gabilondo, Andréu Buenafuente, o María Casado, además de José Sacristán. El contraste entre la inanidad de una y el peso humano, intelectual, o de mera dignidad de los otros era abismal. Iñaki Gabilondo firma hoy, para #0, la cadena de Movistar, tal vez la más atrevida y dinámica del panorama, uno de esos programas que nacen con el sello de clásicos y que algún día servirán para entender mejor, como lo hacen hoy, la sociedad que nos tocó vivir. Es Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años, que va conformando una galería de eminentes físicos, biólogos, matemáticos, astrónomos, en fin, gente como el científico venezolano José Luis Cordeiro, que decía en la segunda entrega de la serie que dentro de 20 ó 30 años veremos la muerte de la muerte, que la muerte será opcional. Cuando el periodista Jon Sistiaga, sobre el escenario del teatro Principal de Vitoria, en la gala de clausura, que un año más elevó Luis Larrodera a los cielos de la emoción, entregó el premio Joan Ramón Mainat a Iñaki, le dijo en tono de admirado reproche que con este programa Gabilondo se lo comía todo porque hasta las preguntas del futuro ya las está haciendo en el presente.

Fantasmas. Lo llamativo es que nadie le hacía caso, nadie la saludó. Es como si no existiera, algo así como esos fantasmas pesados que se aburren de hacer aspavientos debajo de la sábana y ni el nene más ingenuo lo mira. Emoción y verdad. Ni una cosa ni la otra tiene la bióloga, que no pasará por Cuando yo no esté así descubra que Rita Barberá está hecha de una pasta única, exclusiva. Hay que tener jeta, y caquita, para apoltronarse en el Senado, y dejar el PP sin dignidad, cuando los del PP se acercaban a ella para darle una patada en el culo y tirarla al vacío, también ellos acorralados. Y desaparecidos. La imagen patética de Mariano Rajoy esquivando a los periodistas y las explicaciones delirantes de María Dolores de Cospedal justificando que la senadora valenciana ha hecho lo mejor «para los intereses generales» nos han devuelto de nuevo a la casilla de partida, esa en la que el PP se burla de todo el mundo. Y hace bien. Sus votantes no lo castigan. Puede pasar otra cosa aún más tremenda, y es, como en La mañana de La 1, que la audiencia, como el fantasma de la Obregón en el comedor del restaurante, ni siquiera se dé cuenta de que ha habido cambios. Han resucitado a Jesús Mariñas y han doblado el tiempo dedicado al chismorreo.

POLIAMOR

Los de «First Dates», género de ligues catódicos que presenta Carlos Sobera con discreta soltura en Cuatro, está que lo tira. La noche del jueves llegó al paroxismo. Pero viendo la evolución del programa de citas, seguro que se superan. Llevaron a Yami, Magnus, y Apuesta Princesa, una exhibición festiva de que en el amor no todo es macho, hembra. Puedes sentirte de género neutro, como Yami. ¿Lo malo? Que la tele lo frivoliza todo.

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