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Una cumbre necesaria

Nunca en la historia de la democracia, y aunque parezca increíble a estas alturas de lo transcurrido, se había celebrado una cumbre valenciano-catalana como la de ayer, un encuentro de alto nivel con la asistencia de los presidentes y consellers, dirigentes universitarios, de las Cámaras de Comercio, patronales, sindicatos, puertos y representantes políticos. Nunca dos comunidades vecinas que tienen tanto en común se habían reunido de una manera solemne para abordar necesidades comunes y plantear demandas conjuntas al Estado. Hubo otros encuentros, es cierto, pero nunca con una escenificación tan cuidada, tanto simbolismo y tanta, por qué no decirlo, normalidad.

Quizás la disparidad de siglas en ambos lados del Ebre no facilitaba la comunicación; quizás eran épocas en las que todavía se obtenían más votos enarbolando la bandera de una falsa enemistad.... Sea como fuere, ayer fue el día de los Puig (Puig y Puigdemont) y sea como fuere hay que dejar constancia de algunas cosas. Una, que Catalunya es, a día de hoy, el principal y mejor cliente de la Comunitat Valenciana, con 11.000 millones en transacciones comerciales que hay que cuidar, mimar y atender como se merece. Porque, reitero, los catalanes son quienes más dinero gastan comprando nuestros productos. Eso lo sabe Ximo Puig que ayer defendió que, suceda lo que suceda con el futuro político de Catalunya y su declaración de independencia, la normalización de la relación con ésta se mantendrá.

Y esto es justo lo que necesitaba oír el otro Puig, Carles Puigdemont, oír que, suceda lo que suceda, al menos una comunidad autónoma „y la valenciana es muy importante por lo económico y lo simbólico„ no romperá relaciones en caso de independizarse de España. El acto de ayer fue importante, mucho, para Puigdemont porque supuso la ruptura de su aislamiento „real y de imagen„ de cara al resto del Estado y evidenciar que, a pesar de este, Catalunya puede mantener una cumbre bilateral con otra autonomía con plena normalidad en medio de la marejada. Que mientras Homs declara en el Tribunal Supremo por la consulta del 9-N, el mismo día (qué casualidad), él desembarca en Valencia en un encuentro casi de mini Estados arropado por un gobierno valenciano que quiere mantener con el catalán, por muchos motivos más que razonables, unas buenas relaciones.

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