Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte íntimo

No todo son las exposiciones de relumbrón, organizadas a gran escala, con altavoces mediáticos en marcha y colas de visitantes. Están también las que se limitan voluntariamente a una suerte de intimidad y suscitan la complicidad emotiva con su autor. Así, la que se inaugura mañana en esa especie de «consulado» de la Comunitat Valenciana en Madrid: la veterana Casa de Valencia, ubicada precisamente en el Paseo Pintor Rosales. Otro pintor, nacido en Almansa y renacido largamente en nuestra ciudad en el responsable: Pepe Megías. Un caso curioso de enólogo titulado, convertido después en interiorista y decorador, experto en arte y, en esencia, artista nato de dedicación ¿tardía?...Él asegura que vuelve a los pinceles «tras cincuenta años sin pintar». Pero nunca es tarde para nada si la sinceridad mueve el ánimo.

Ese impulso irrefrenable y auténtico es el que ha generado la visión del autor hacia lo que titula «La Valencia castellana», es decir, la del interior que, en sus propias palabras, se perfile como: «Tierra fría abrasada por el sol, sedienta, árida, quebradiza, de cielo limpia y transparente, lluvia mínimas, torrenciales, destructivas. Fronteriza con las provincias de Teruel, Cuenca, Albacete, ésta es mi tierra, la que intento plasmar en mi pintura».

Hay una serie de cuadros que se recrea con minuciosidad en las anchas líneas paralelas de los viñedos, los campos cuajados de amapolas o las blancas piedras apiñadas que fingen calzadas hacia el infinito. Horizontes abiertos en Requena, Ayora, Villena...y la explosión azulada de una plantación de lavanda de Jérica, puntadas por collages de minúsculas hierbecillas y guijarros, dando fe de un realismo humilde, engalanado por algún solitario árbol, alzado como guardián del trabajo humano que arranca esforzadamente sus frutos a una tierra arisca. Casi todas pintadas sobre madera, las obras rozan la abstracción en formatos apaisados, respetuosos de las vetas originarias a las que unos trazos mínimos imprimen fascinantes perspectivas de alborada o de atardecer. Es patente la aproximación cuidadosa, afectiva y sencilla, a esa naturaleza nada opulenta, que se expresa sin resonancias, en voz baja, con modesta claridad. Es estilo escueto pero luminoso de muchas páginas de Azorín parece saltar de la literatura a esta pintura. La vuelta de Megías a lo que sin duda fue su vocación inicial signa la recuperación de un estilo que abre su propio surco

en el abigarrado campo del arte actual.

Compartir el artículo

stats