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José Sierra

Esperando que llegue el monzón

El monzón marca la vida en muchos países asiáticos. Viven acostumbrados, aunque no siempre adaptados, a largos inviernos secos y veranos en los que el viento llega del mar y el cielo se abre para dejar caer toda el agua del mundo. Dicen las proyecciones del cambio climático que en las próximas décadas lloverá la misma cantidad en litros por metro cuadrado que ahora, pero con una reducción en las lluvias de primavera y un incremento de la intensidad y torrencialidad de las lluvias de otoño. En el litoral mediterráneo hay quien se pregunta si no caminamos hacia un régimen de lluvias que recuerda mucho al monzónico en su estacionalidad: meses y meses sin llover y, de pronto, ¡zas! toda la lluvia del mundo, con el agravante de que aquí ocurre en un día, incluso en unas horas. Es un pésimo escenario, pero no descartable, de modo que nuestras sociedades harían bien en prepararse para esta contingencia. Si llueve menos en primavera y el aumento previsible de temperatura incrementa la evapotranspiración, las sequías agrícolas se agudizarán. Los ríos perderán caudal „ya lo están perdiendo„ y habrá que fiar al monzón (las lluvias de otoño, DANA, «gotas frías» o como quieran llamarle) la recolecta anual de agua. El drama es que solo los maltrechos, esquilmados y siempre maltratados acuíferos pueden recoger parte de esta lluvia, casi siempre violenta. En las planas litorales no hay sitio para los embalses y es hasta estúpido pensar que alguien vaya a ceder agua cuando el cambio climático le aboca a sufrir problemas similares a los nuestros.

Pese a llover la mitad de lo normal no ha habido este año problemas que hayan trascendido al grifo. El Gobierno recuerda que ha cumplido con sus compromisos de suministro movilizando agua de todas las procedencias, aunque es el propio ministerio quien subraya que la incorporación de agua desalada «a gran escala» durante el año hidrológico que termina ha sido «una de las medidas más significativas». En este escenario, que es presente y también futuro, no puedo olvidarme de quienes en el pasado se anticiparon al construir las desaladoras del Mediterráneo con gran desgaste, personal y político. Y también de aquellos que las rechazaban como «las nucleares del mar».

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