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Julio Monreal

Por otros cuarenta años de Ford

Por lo menos otros 40 años más», comentaba esta semana el presidente de Ford España, Jesús Alonso, en la fiesta de celebración de los 40 años de la factoría de Almussafes expresando sus deseos de permanencia en la Comunitat Valenciana.

La planta de la Ribera cumple cuatro décadas y lo hace con el futuro despejado a medio plazo y con el reconocimiento generalizado a una actividad que representa el 16 por ciento del producto interior bruto de la autonomía y el 25 por ciento de sus exportaciones.

Conforme a los datos recogidos en el suplemento especial que Levante-EMV dedica hoy a la marca del óvalo, la agricultura valenciana actualmente representa la cuarta parte que la de hace 40 años mientras la industria ha visto rebajado su peso del 30 al 18 %; la construcción ha pasado del 12 al 6 % y los servicios han subido del 49,9 al 73 %.

En este panorama se aprecia que la actividad automovilística que protagoniza Ford Almussafes ha resistido la fuerte competencia internacional que se ha llevado por delante en estos años buena parte de la industria valenciana, aquella que alcanzaba los más diversos sectores y la práctica totalidad del territorio. Solo ahora, después de una fuerte reestructuración, la supresión de miles de puestos de trabajo y la apuesta por la innovación, la especialización y la internacionalización empiezan a salir del hoyo sectores como el textil, el calzado, el juguete y tantos otros que cedieron al empuje de los mercados asiáticos.

La planta de Ford y la actividad que la rodea, de las que dependen unos 125.000 empleos, también han sufrido avatares y sobresaltos en estos 40 años de historia. La multinacional mueve sus modelos y sus motores entre sus distintas plantas buscando la optimización de costes, como cualquier empresa. Y los distintos momentos que la economía y el mercado del automóvil han vivido en estos 40 años se han trasladado a la planta de Almussafes, sus proveedores y su industria auxiliar algunas veces con satisfacción y otras con angustia, por temor a una deslocalización que hasta ahora ha beneficiado a la factoría valenciana pero que un día puede darle la espalda. Así sucedió hace exactamente cuatro años, cuando Ford anunció el cierre de su planta en Genk (Bélgica) y el traslado de buena parte de la producción a Valencia, donde la compañía estimó entonces que había un margen de beneficio mayor. Los cinco mil trabajadores de la empresa en Bélgica lloraron amargamente una decisión que se toma con números en la mano y una bola del mundo sobre la mesa.

Por fortuna, y según subraya Jesús Alonso, Ford ha invertido en la planta de Almussafes 2.300 millones en los últimos cinco años y ha añadido nuevos modelos, convirtiendo su base de la Ribera en la factoría más polivalente, lo que constituye la base de su expectativa de permanencia. Y en ese modelo de negocio pesan dos factores singulares: de un lado, la multinacional y los representantes de los trabajadores, con UGT como sindicato mayoritario, han alcanzado un marco de relaciones laborales que ofrece una garantía añadida, un compromiso para adaptar el ritmo de producción de la factoría a la demanda de vehículos en un estrecho margen de tiempo, lo que hace que se mantenga un bloque de empleo estable y una franja que crece o mengua en función del mercado.

En segundo lugar, las elevadas subvenciones que tanto el Gobierno de España como la Generalitat Valenciana otorgan cada año a Ford como operador industrial engrasan una relación de interés mutuo y aportan una porción considerable de lo que la compañía se ahorraría produciendo en un país con una mano de obra más barata, aunque cabe destacar que las ayudas que percibe la marca automovilística son las que le corresponden por su actividad, en función de parámetros como la innovación, la formación y otras muchas que componen el sumatorio.

En este marco de aniversario, mientras Administración, empresa y trabajadores sientan las bases de un futuro sólido para la factoría de la Ribera y su industria auxiliar, vuelve el debate sobre el pago de los impuestos de la firma del óvalo. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, no deja de quejarse en público y en privado de que la Comunidad de Madrid, donde Ford España tiene su domicilio fiscal, practica dumping frente a otras regiones que, como la valenciana, reclaman una nueva financiación sin lo que llama 'paraísos fiscales' dentro de España. Por el momento, los mensajes lanzados al viento no han tenido respuesta, pero el jefe del Ejecutivo no pierde la esperanza.

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