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La necesidad de liderazgo

La necesidad tan acuciante de liderazgo en el Valencia de los últimos años ha propiciado una bienvenida casi apoteósica a Cesare Prandelli, sorprendido, supongo, de que hasta sus derrotas, como la del sábado ante el Barça, sean saludadas con una catarata de elogios. El valencianismo echaba de menos a alguien en quien confiar y esa figura se la ha ganado Prandelli en estas tres semanas de trabajo en Paterna.

Lo peor del pasado sábado en Mestalla fueron las lesiones de Iniesta y Gayà, los más amargos en la larga noche tras el encuentro. Todo lo demás entra en la lógica y en la locura del fútbol, también el vasallaje psicológico, la elegante manera con la que Prandelli describió la caída de los árbitros en la trampa de favorecer en sus decisiones a los clubes y a los futbolistas más grandes. Estos ganadores también lo son por cómo presionan a los colegiados y en eso Messi y Busquets, por ejemplo, son unos maestros.

Los clamorosos errores del árbitro, Undiano Mallenco, no justifican la violencia desde la grada sur de Mestalla, tanto verbal como física con el lanzamiento de una botella de plástico sobre Neymar. La Curva o lo que queda de ella, enfrentada a la presidenta, Layhoon Chan, vuelve a poner a club en un serio problema. Unos cuantos no manchan ni representan el comportamiento de una mayoría de Mestalla casi siempre ejemplar.

En el lado positivo, el Valencia que cayó el sábado en Mestalla ante el Barça (2-3), no tiene nada que ver con el que sucumbió tres semanas antes frente al Atlético de Madrid (0-2). Ante los colchoneros, el cuadro de Voro ni siquiera pudo competir, superado en todos los ámbitos por los hombres de Simeone, tan solo frenados por la habilidad de Diego Alves en la neutralización de penaltis (dos).

Contra el Barça, sin embargo, el Valencia se acercó a lo que esperan sus aficionados: un conjunto orgulloso y consciente de su historia, exprimido al máximo de sus posibilidades. Prandelli ha empezado a ajustar las piezas. Aunque la rémora sea enorme. El Valencia es el segundo equipo más goleado, empatado con el Sporting con 18 dianas recibidas, tan solo una menos que Osasuna. Pese a que los goles en contra siguen cayendo (esta vez estaba más justificado frente a Messi, Suárez y Neymar), la defensa emite síntomas de seriedad: los centrales, Garay y Mangala, serán una garantía en poco tiempo. La jerarquía del argentino y la contundencia del francés se complementan.

Los laterales ofrecen más incógnitas. Gayà, en la izquierda, se ha vuelto a romper cuando mejor estaba, en un bucle de lesiones que son un martirio para el bravo defensa de Pedreguer. Es la hora de Siqueira si es que realmente no sufre una lesión crónica en el tobillo. Porque Abdennour no deja de ser un parche: cumplió ante el Barça hasta cometer el error definitivo en el penalti. En cuanto a la banda derecha, Montoya no acaba de encontrar el equilibrio en su juego. La alternativa es Cancelo, tan exuberante en ataque como frágil en defensa (volvió a despistarse en el cabeceo de Rakitic que originó el 2-2 de Luis Suárez).

El medio del campo empieza a carburar. Mario Suárez emerge para dar tranquilidad y Enzo Pérez, a quien le sobran las tarascadas, se deja el alma para ofrecer coberturas. Parejo y Nani suman con goles o asistencia y Rodrigo, por fin, empieza a ver puerta. Prandelli, es una evidencia, ha revitalizado al equipo. Los jugadores vuelven a creer en sí mismos. Y Mestalla anhela haber encontrado al líder que necesitaba.

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