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Fuera de onda

Esta es la pequeña historia de una mujer que resolvió ponerse al día. Estaba decidida, costara lo que costase. Cansada de ver a sus amigas pavonearse con sus compras, con el vestido igualito al que llevaba Sienna Miller en el cóctel de los Funky Awards, el bolso it de Alexa Chung, las zapatillas de Rihanna o la bufanda gigante de otra de esas luminarias; cansada también de que le preguntaran retorcidamente cómo era capaz de salir a la calle con el mismo abrigo de hace dos temporadas o ese jersey anodino, de un azul indefinido, tan parecido al que la directora de la revista interpretada por Meryl Streep le reprochaba a la novata redactora en la película El diablo viste de Prada, o que se permitiera seguir usando su perfume anticuado, en lugar de probar los nuevos Zingarella o Arrebato; cansada de todo esto, tomó la decisión: aggiornarse.

Acudió a todo: revistas de moda, blogueras y blogueros, Nieves Álvarez en la tela, oído atento a las conversaciones de sus enteradísimas amigas€ y la cabeza empezó a darle vueltas. ¿Otra vez hombreras? ¿Acolchados over size? ¿Chubasqueros amarillos como los de aquel anuncio de Pescanova?€ Por otra parte, golillas de encaje, volantes, lorzas, enormes estampados a todo color. En cambio, los consabidos vaqueros desgastados, rotos, hechos una pena. Más allá, chaquetas y pantalones de terciopelo, pero también los de tipo chándal, que hasta los ha llevado la reina Letizia. Y abrigazos y capas inmensos, como para cubrir dos cuerpos a la vez. Y chupas de cuero. Y gafas redondas con un puente apto para cruzar el río Kwai. Y sortijas de plástico de colorines como las que ella se ponía cuando era una colegiala. Y rótulos contradictorios por todas partes: Vuelven los 80, Atmósfera victoriana, Ofensiva minimalista€ El mareo se acentuaba. La guinda final la colocó aquel artículo titulado Vísteme de vagabunda, proclamando que esa es la ultimísima ocurrencia nada menos que de Miuccia Prada, la intocable profeta de las tendencias.

La pobre desorientada se rindió: «Esto es muy difícil, no me siento capacitada. Mis amigas volverán a acusarme de estar fuera de onda», gimió. Acudí a consolarla: olvídate. Continúa poniéndote lo que te apetezca. Nunca has cometido pecados de estética. Siempre has escogido prendas de buena calidad, armonizando los colores y las formas que a ti te sientan bien. No caviles más. Vistiendo como a una le da la gana, al margen de dictámenes y esnobismos, el resguardo de vaivenes indumentarios, a salvo de redes en la que pueden pescarte como a un inocente pececillo; es decir, fuera de onda, créeme, se vive muy bien. Pero que muy bien.

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