Pere Fuset se ha equivocado y, en mi opinión, mucho. El concejal de Fallas del nuevo gobierno de Valencia nunca debería haber permitido „por múltiples motivos, pero sobre todo por el insulto que supone a las mujeres y a quienes aspiramos a una sociedad igualitaria, seas hombre o mujer„ un documento como el de las normas de protocolo para las falleras mayores. Por acción o por omisión, el gobierno de Ribó ha patinado donde menos se esperaba que lo hiciera porque, entendámonos, el texto que sustenta cómo han de ir vestidas y cómo han de comportarse mujeres adultas como representantes de la fiesta es de vergüenza.
Ahora bien, el ´error´ del edil de Fallas ha servido para algo muy positivo: sacar a luz pública lo que antes engordaba en la sombra, en la ocultación, en la confidencialidad „ en la web de Levante-EMV lo pueden ustedes consultar„ y que no es otra cosa que el papel que la cúpula de los dirigentes falleros y también algunas falleras mayores han otorgado durante años y tienen reservado todavía en la actualidad para quienes se supone que son las embajadoras de la principal fiesta valenciana. Un papel de mujeres sin voluntad propia, sin poder de decisión y sin criterio. Muñecas que llevar de aquí para allá, sin libertad para vestirse a su libre albedrío y sometidas siempre a la revisión de su físico por parte de un acompañante dotado supuestamente de más y mejor materia gris que la suya propia, aunque éstas ostenten carreras, másteres y hasta varios idiomas. Pero, obviamente, si este código escrito ha llegado hasta nuestros días no es solo por los dirigentes de la cúpula fallera que lo crean y lo alientan sino también porque ha habido mujeres dispuestas a jugar ese papel sin cuestionarlo. Pero ha llegado la hora de decir que no. Un organismo público que recibe dinero de todos y todas no puede ignorar las leyes de igualdad y las garantías de libertad impunemente, ofensivamente, en una sociedad moderna y avanzada que se corresponde con 2016.
