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Y no nos da vergüenza

Alepo, ay Alepo en ruinas. Hay barrios en los que ni siquiera queda la estructura ósea de los muros, solo ventanas vacías y cascotes. Y niños deambulando con la mirada perdida de las grandes tragedias y el miedo. La que fue la ciudad más elegante, abierta y civilizada de Oriente Próximo es ya irrecuperable. De más de dos millones de habitantes ha pasado a tener 250.000; los demás han huido o han muerto. 470.000 víctimas en todo el país en cinco años de guerra o lo que es lo mismo, uno de cada diez sirios ha fallecido y más de dos millones han salido corriendo a refugiarse en Europa.

¿Quién es responsable de esto? De atender a las exculpaciones, nadie. El resto de los testigos seremos convencidos, como ocurría en la novela ´1984´ de George Orwell, de que lo de Siria nunca ha sucedido. Alepo siempre ha estado así, en ruinas. Estos árabes es lo que tienen.

¿Quién es responsable? Se necesitaría una gran pizarra para explicarlo (porque son muchos) pero intentaré resumir.

Todo arranca con Estados Unidos, desde luego: no levanta cabeza desde que se lanzó a las cruzadas en busca de los yihadistas (Bin Laden y su Al Qaeda) en Irak, justo el lugar en el que no estaban. Apoyan tibiamente a los rebeldes sirios. Desde hace décadas han pretendido rehacer el mapa de la región sin conseguirlo.

Rusia, desde luego: hace denodados esfuerzos por volver a ser una potencia mundial y, en este caso, por ser la potencia dominante en Medio Oriente. Pero lo único que hacen bien es mentir. Apoya decididamente al régimen sirio de Al Assad.

Lo más triste de todo: la Primavera árabe de 2010 a 2013, que empezó con un entusiasmo imparable de la gente en la calle hasta que intervinieron los militares y los sátrapas o la combinación de ambos y la machacaron con la honrosa excepción de Túnez.

Bashar al Asad, el asesino de Damasco que ha teñido su país de sangre (y su mujer que, mientras caían bombas de racimo sobre la población, se vestía de Chanel y se ponía perfumes de Dior debajo de la nariz para no tener que percibir el olor a víscera). Hubo un momento en que Obama, llamándole en la práctica criminal de guerra, le recomendó que se fuera porque iba a perder la guerra civil y para que dejara de matar indiscriminadamente a su pueblo (¡aquel simulacro de destrucción de armas químicas sacadas de Siria por mar!). Y con la ayuda de la Rusia de Putin, al Assad fue arrinconando a los rebeldes que lo combatían a base de regarlos con bombas de barril. No dejaba un hospital en pie, ni una familia sin duelo.

Después está la componente musulmana que en cualquier conflicto de la región complica mucho las cosas. Las diversas facciones siguen según les dé las enseñanzas del Corán, esa religión anacrónica sustentada en principios que nada tienen que ver con el siglo XXI, el respeto a las mujeres, la democracia, la libertad y la organización laica de la convivencia. Hay chiíes y suníes, enemigos irreconciliables (como decir católicos y protestantes, solo que con armas en la mano), Al Qaeda, Estado Islámico (los descerebrados del Califato - el DAESH), el Frente Al Nusra (rama siria de Al Qaeda). Hezbolah (los de Al Qaeda del Líbano), Irán (aliado del Al Assad y enemigo del Califato), los kurdos del norte y, finalmente, los rebeldes a los que todos sacuden, la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria. Hay más, pero estos son los principales. Porque hay un culpable adicional: Arabia Saudita que, siendo amigo entusiasta de Occidente (palacios en Marbella, pisos en Washington, mansiones en Londres y París) es la que suministra fondos y armas a los terroristas islámicos de toda condición. ¿Y qué me dicen de Turquía que, con una mano chantajea a la UE con los refugiados y con la otra aprovecha para matar kurdos?

Y, controlando la imagen de todo, el Consejo de Seguridad de la ONU, en donde se barajan resoluciones y vetos, intervenciones y abstenciones. Se ocupa con gravedad del problema de Siria y nunca hace nada. El Consejo de Seguridad sobrevive a base de mirar siempre hacia otro lado. Tal vez hacia las reuniones del secretario de Estado norteamericano con el ministro de exteriores ruso. Siempre acuerdan cosas que nunca llegan a hacerse realidad.

Dos millones de refugiados, que son el remanente de los que se han ahogado en el Mediterráneo, y que son maltratados y rechazados por los miembros de la UE. ¿Puede haber más miseria?

Y no se les cae la cara de vergüenza a ninguno, ni siquiera a los madrileños que tienen puesto en la Cibeles un gran cartel que reza Refugees, welcome. Claro que los españoles, antes de nada, les hemos vendido armas para que se maten bien.

Alepo, ay Alepo en ruinas.

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