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Trenes de segunda

Un día en la vida

Cuando el gran poeta Mario Benedetti dedicó a los pueblos explotados de Latinoamérica aquel maravilloso poema titulado "El sur también existe", contribuyó a remover conciencias sobre la existencia de unos países que, gracias a su lucha, habían conseguido que el mundo supiera que también existían

Cuando el gran poeta Mario Benedetti dedicó a los pueblos explotados de Latinoamérica aquel maravilloso poema titulado "El sur también existe", contribuyó a remover conciencias sobre la existencia de unos países que, gracias a su lucha, habían conseguido que el mundo supiera que también existían. Si Benedetti hubiera sido español en vez de uruguayo, seguro que hubiera escrito más de un poema sobre las variadas situaciones de desigualdad que se viven en nuestro país, tanto de territorios como de clases sociales.Como por ejemplo, la penosa división que la Alta Velocidad ha provocado entre ciudades que la tienen y las que no, con el consiguiente agravio comparativo que ello provoca, algo similar al Mezzogiorno italiano, la macrorregión del sur del país, secularmente atrasado y marginado.

Cuando uno está más que cansado de escuchar a altos cargos de la administración o a empresarios pertenecientes a lobbys, hablar sobre las bondades de la alta velocidad, y más cansado aún de intentar rebatir sus argumentos con otros de sentido común y contrastados, es de agradecer, aunque pueda parecer una paradoja, que una experiencia personal compartida por ciento cincuenta personas más venga en tu ayuda.

El domingo pasado debía de regresar de Madrid por motivos de trabajo, y decidí volverme con el tren de las 20:10, que en este caso no era un AVE sino un Alvia con destino final en Castellón, que, aunque tarda 20 minutos más en recorrer el mismo trayecto, me permitía llegar más pronto a València. La cosa comenzó a pintar mal cuando al llegar la hora prevista de salida, el tren no solo no había aparecido por anden alguno, sino que además de golpe desapareció del panel informativo, ante la confusión de los que íbamos a subir al tren. Poco después descubrimos que ya se habían habilitado dos mostradores para empezar el embarque, cosa que hicimos gracias al boca a boca, ya que la megafonía brilló por su ausencia. Pero nuestras tribulaciones no acababan ahí, faltaba lo peor y más indignante.

Una vez en el andén vimos que el tren no estaba, a pesar de que ya tenía que haber llegado 15 minutos antes. Así fueron pasando los minutos, con un viento helado y una sensación térmica de 5 grados, que tenían que soportar desde niños pequeños hasta personas mayores sin asiento alguno, ya que hablamos de andenes para embarques rápidos. Todo ello ante la indiferencia de los responsables de la estación. 48 minutos más tarde hacía su aparición nuestro tren, que a pesar de haber subido a todo su pasaje esperó casi 15 minutos para arrancar. Mientras en el andén de al lado, el AVE con destino a Barcelona llegaba a su hora, y poco después marchaba a su destino puntualmente.

Lo grave, es que parece ser que los retrasos se repiten todos los domingos, sin que nadie se haya molestado en subsanarlo. Total, no son usuarios del AVE, sino de ese otro ferrocarril, siempre secundario y fuera de la agenda de los gobiernos. Un ejemplo, de que el sur en España, no es solo geográfico, es también periferia política.

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