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Esceso de celo

Cuando leí que los sordos y los ciegos necesitaban un permiso para casarse, pensé: «ya está. Ahora pedirán certificado de penales para echar un polvo». O lo que es peor: cinco pólizas de 25 céntimos para poder comer panceta a la brasa bajo mi exclusiva responsabilidad y previa declaración jurada exculpando a los servicios de la sanidad pública. Parece que había sido un exceso de celo del ministerio de Justicia ¿Exceso de celo? Se quedan cortos: como los ciervos en la berrea. Como la gata bajo la lluvia (y maullaré por tiiii). Aún nos cuesta admitir que el terreno de juego está acotado (es terreno de juego, precisamente por eso) y que si la diligencia es un mérito exigible en los funcionarios, tampoco es cosa de que tengan tanta productividad.

Me asusté, la verdad, menos mal que ya han corregido y que ya estoy casado, porque soy bastante cegato, aunque no esté, aún, de cupones, y lo mismo me quedaba para vestir santos. Una vez me rompí tres huesos (supongo que eso eleva mi riesgo) y me paseaba por ahí con una silla de ruedas, como la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco, que se cayó del caballo. La alcaldesa y yo, llegamos a la misma conclusión hípica y traumática: no es país para impedidos y entre obstáculos, abolladuras y desniveles, se mueven los que sufren movilidad limitada, a ver si hacemos algo. Sin contar que ciegos y sordos habían de obtener un certificado medico para casarse (y encontrar el punto G), aunque podían votar y salir solos a tomar copas, vaya lo uno por lo otro.

Hubo un tiempo en que la famosa eugenesia o mejora genética causaba estragos y uno no se podía casar si no cumplía con los cánones de la raza y como el fascismo va bien, otra vez, gracias, y este semestre aprobaremos con nota, pensé «ya están aquí». Pero no, era el famoso exceso de celo que a algunos se les sale patas abajo. O era una medida, quizás exagerada, para impedir que los desalmados contraigan santo (o no santo, pero certificado) matrimonio, aprovechándose de las personas sordas y ciegas pues a oscuras y en silencio, florece el amor.

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