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A la greña

Nada cambia en la política, los mismos vicios

Lo peor del entendimiento o del no entendimiento en Podemos es la velocidad en que se produce la falta de sintonía. Felipe González y Alfonso Guerra, en el PSOE, ese cuadro clásico, tardaron mucho más tiempo en ser incompatibles. El problema en la izquierda indigente es que no sabe cómo calibrar la pulsión del interés que suscita. El principio que motivaba la nueva política era el desencanto hacia la visión muelle de los clásicos, sin embargo de la novedad lo único que se desprende es la decepción. Fuera del partido siempre existieron los adversarios y dentro los enemigos: lo que está ocurriendo, sin embargo, en Podemos es una especie de descomposición antes de empezar. No tienen claro cómo actuar, y un partido que lo desconoce ofrece pocas pistas positivas al elector.

Las relaciones personales más íntimas ofrecen escasa garantías para la política porque al final se tornan adversas. Vuelvo al ejemplo anterior, González y Guerra formaban un dueto disonante que tardó un tiempo en pronunciarse de ese modo, Iglesias y Errejón se manifiestan desde un principio proclives a andar a la greña, algo que no se explica demasiado bien desde la postura de un partido que supuestamente pretende romper con los vicios del establishment que en este país encarnan el PP y el PSOE. La llamada nueva política ha envejecido de una manera enorme y nadie podía imaginarse cómo lo ha hecho tan pronto. Predicaba el fin de la casta y de sus vicios y ha acabado por pertenecer a ella magnificándolos de modo que ya nadie sabe quiénes son unos y de dónde proceden otros.

Iglesias y Errejón: lo menos importante para el conjunto de los españoles es quién de ellos está acertado en proponer el pablismo como doctrina o el errejonismo como solución de marketing. El problema está en comprobar que los que vienen en política a remediar los defectos de los otros incurren en ellos desde el principio.

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