Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contradicciones

No me negarán que vivimos una época contradictoria. O engañosa. Soportamos lo de «posverdad» „que es una mentira maquillada»„ y se añade la contabilidad «extracontable», de significado bastante claro a pesar del intento oscurecedor. ¿Sucede algo parecido en lo que comúnmente entendemos por moda? Nos habíamos habituado a oír a modistos y diseñadores proclamar que su máximo objetivo era embellecer a la mujer, vestirla para estar más guapa. Y ahora parecen „bastantes de ellos„ lanzados a usar el mal gusto como una herramienta eficaz. ¿Es otra contradicción? En Londres, hasta primeros de febrero, la exposición The vulgar: Fashion redefined exhibe una cabalgata de vestidos y complementos que se saltan la frontera de lo que solemos considerar hermoso para despeñarse en un abismo de excesos, contraposiciones extremas y despropósitos sin tasa, a lo largo de distintas épocas. Desde luego no son nuevos la exageración ni el disparate; incluso se ha llegado lo que podría calificarse de «refinamiento de la fealdad». Pero es un poco inquietante asistir a las predicciones con que nos obsequian los entendidos de cara a este año acabado de estrenar.

Aparte de que el verde guisante entronizado por Pantone para 2017 siempre ha sido un color más cursi y nada fácil de llevar, nos encontramos „según los expertos„ con las mil y una interpretaciones de la indumentaria deportiva, que fuera del estadio o del gimnasio roza la caricatura; las inagotables reviviscencias ochenteras en su cara más esperpéntica; las chanclas y los zapatos que dirigen su originalidad a los tacones rocambolescos de formas retorcidas, o cubiertos de pedrería, o invisibles. Hasta he leído en una revista de gente joven lo que afirman que se va a imponer, más allá de los vaqueros rotos: las quemaduras, es decir, el denim requemado aquí y allá, como colmo de lo cool. Surge la duda. Recuerdo la frase de un filósofo, José Luis Pardo: «La escasez de ideas se encubre con la proliferación de ocurrencias». Claro; tampoco ha que desdeñar la opinión de la muy poderosa Miuccia Prada: «La fealdad es excitante. La investigación de lo feo es, para mí, más interesante que la idea burguesa de la belleza, porque la fealdad es humana». ¡Uff!? Respiro hondo, tomo aire, y convengo en que, muy a menudo la moda consiste en que acabemos aceptando como bonito lo que en principio nos parecía espantoso. Y que hay una línea finísima que separa los contrastes graciosos de la acumulación caótica, o el sentido del humor, de la simple «horrendez». Conste que las equivocaciones contradictorias han existido en todo tiempo: desde las pelucas monumentales del siglo XVIII coronadas de floripondios y pájaros, a los sombreros campana encasquetados hasta las cejas que no favorecían ni a las estrellas cinematográficas de los años veinte, o las hombreras sobredimensionadas y sobrecogedoras que nacieron en los 40. Busquemos un antídoto en las palabras del gran Pertegaz: «Solo veo la belleza. Lo que no me gusta, ya no lo veo. Es una estrategia para trabajar y para vivir». Pues eso.

Compartir el artículo

stats