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Versace, 20 años

La noticia de que la firma Versace no va a estar presente en los desfiles de la moda en París, como venía haciendo, me ha recordado la primera vez que participó en ellos, a la que asistí. Y sobre todo, me ha hecho recordarle a él, a Gianni Versace, un personaje que en su momento removió los cánones de la alta costura, «defendiendo la relatividad del llamado buen gusto», como dijo un colega español, Roberto Verino. Sí; en esa cuerda floja se movía el italiano, con habilidad extrema. Es verdad que su impacto clamoroso en los años 80 consistía principalmente, como escribió el director de Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York, Richard Martin, en «introducir el sexo entre los ingredientes de la moda». Pero lo hacía elevándolo a cumbres lujosas y emulsionando con el arte de cualquier época, que era una de sus pasiones. Desde la cabeza de la Medusa Gorgona que adoptó como enseña y la inspiración en la antigüedad grecorromana, hasta Egipto, Bizancio o determinados exotismos orientales, como fundido con los paisajes y aromas de su Calabria natal. «Yo soy hombre del sur», solía repetir.

Conocí a Gianni Versace en 1991, cuando vino a Madrid a recibir la «Aguja de Oro». Cuando volví a verle en París, un año después, en la inauguración de su espléndida tienda, me sorprendió al reconocerme de inmediato. Era un hombre encantador, afable, sin poses de divo, además de un trabajador infatigable. Hasta durante los descansos en la hermosa Villa Fontanelli, junto al logo de Como, pasaba muchas horas en laboriosas sesiones con sus proveedores de sedas. Años más tarde visité en Como una exposición dedicada a las innovaciones textiles que él puso en marcha, realmente admirables. La fantasía versaciana se apoyaba en bases muy sólidas. Que le permitían abordar con éxito el vestuario escénico, colaborando con grandes figuras del teatro y la danza como Maurice Béjart, Bob Wilson o Willian Forsythe. A Versace se debe en gran medida el apogeo de las «top models», glorificadas por fotógrafos estelares como Irving Penn, Helmut Newton y, sobre todo, Richard Avedon y Herb Ritts, con quienes le unió una sincera amistad. Muchos de sus grandes amigos eran gente famosa: Elizabeth Taylor, Bruce Springsteen, Eric Clapton, Phil Collins, Madonna, Sting, especialmente, Elton John y la mismísima Lady Di, a quien vestía utilizando un maniquí de su talla y medidas exactas.

En el mes de julio se cumplirán 20 años de la muerte trágica de Versace, asesinado en Miami por Andrew Cunanan. La firma es gestionada actualmente por su hermana Donatella. Pero la sombra de Versace es alargada; su estilo abrió puertas a otros diseñadores en los que perdura la exuberancia, la soterrada presencia de su añorado Sur, mecido por el mar, impulsado por la alegría de vivir.

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