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La guerra de Gila

Un antiguo espía inglés retirado en el jugoso negocio de la seguridad, elaboró un informe confidencial sobre Donald Trump y al verlo publicado, salió pitando de casa horrorizado porque temía por su vida. Parece que el informe incluía fotos de Trump con putas rusas. Trump es un hombre acostumbrado a valorar a las mujeres según la tersura de sus nalgas y las más tersas, nunca son baratas. Más putero, mucho más, era Silvio Berlusconi, pero sólo podía atacarnos con una compañía de carabinieri. Trump, en cambio, es un mala cabeza, bocazas y fanfarrón, empalmado como un mandril y con el botón nuclear. No es la mejor mano de cartas.

Tampoco de le puede echar toda la culpa a Trump ni a su acercamiento, hasta el beso de tornillo, a Putin. Son tal para cual, aunque Putin ni fuma ni bebe y cultiva cierta adoración muscular homófila. Entre los rusos que no pueden elegir ninguna otra cosa y los americanos que se empeñaron en escoger la peor, vamos listos. La fabulosa arquitectura geopolítica de Bush Niño, que soñaba con un mosaico de democracias en Oriente Medio, no ha sido capaz de diseñar ni la caseta del perro. Desde los tiempos de Jomeini que armábamos a Irak para que Sadam Husein atacase Irán y luego, de matute, vendíamos armas a los ayatolás para que los dos países se destrozaran equitativamente. De repente, Sadam invadió Kuwait y descubrimos que era el malo. Y todo porque había atacado a los jeques de chilaba y velo blancos que, formados para la foto, parecen salidos del carnaval de Pego (pronto en sus pantallas).

Era la técnica que ya usaba el imperio británico con los árabes: lanzarlos contra los turcos para debilitar a ambos. Se diría que Occidente sigue esa táctica porque le conviene a Israel, pero no lo diré porque eso elevaría el sentimiento de su propia importancia de los israelitas, que no precisa refuerzo, mientras que el islamismo ha obrado el prodigio de matar más musulmanes que ningún otro combinado infiel. O sea que ni sabemos el por qué de la guerra, ni donde está el frente, ni si el enemigo se pone al aparato.

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