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Sólo existe el presente

La tierra prometida es el presente, fuera de él no se atisba gran cosa. Y todavía es más prometedor cuando mayor es la edad del que lo acaricia. El futuro se convierte en ciencia ficción o, aún peor, en nada cuando paseas por Westminster circunstancialmente o con la intención de hacer turismo y te atropella un yihadista de Birmingham.

El pasado es una auténtica lata que airean los hinchas de la convicción de que cualquier tiempo anterior fue mejor que el de ahora. Algo que no resulta difícil de predicar en medio de tanta insatisfacción y estupidez entre personas que ya han agotado su paciencia, bien porque se han hecho más viejos, más inteligentes o más sensibles._O por los tres motivos juntos.

Borges decía que el olvido es tan importante como la memoria. Ocupar el presente con la memoria sin caer en el olvido, o hacerlo con el futuro, el miedo, la esperanza, la ansiedad o la ambición, no deja de ser una forma de perder el tiempo del presente, que es realmente lo único que tenemos. O de amargarse.

Si se leen las cifras del gasto y el número de pensiones que crece sin que haya previsión suficiente para poder pagarlas mañana otro día, el sufrimiento puede ser doble. Igual que hay ciertos pasados que sólo sirven para alimentar la nostalgia, existen incalculables futuros inciertos que no sabemos si vamos a poder alcanzar o en qué condiciones. Valen para mortificarnos porque hay numerosos problemas que se resuelven con anticipación y no está en nuestras manos poder solucionarlos.

Carpe diem, decían los romanos. Aprovecha el tiempo presente, porque no existe otro que ofrezca garantías de vida. Ni siquiera la teoría de que mañana todo va funcionar mejor es suficiente para renunciar a lo que está sucediendo hoy.

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