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Javi Fuego, capitán desde la distancia

Los guardianes de la moral se han indignado mucho y han pedido que rueden cabezas y la intervención fulminante del nuevo director general, Mateu Alemany, señal de que nunca jugaron al fútbol. El gesto de Cancelo es feo, impresentable y, sobre todo, injusto, porque él no es nadie para mandar callar a una grada que se ha gastado una pasta por ver un espectáculo lamentable en las dos últimas temporadas.

Ahora bien, la reacción del lateral derecho portugués es un arrebato ocurrido toda la vida entre futbolistas jóvenes, casi siempre inmaduros, y sometidos a una presión exagerada. Lo hicieron antes que él jugadores tan arraigados en Mestalla y tan queridos como Ricardo Arias, Angel Castellanos e incluso Fernando Gómez.

Las palabras justas las escribió poco después su excompañero Javi Fuego, ahora en el Espanyol, al recordarle a Cancelo que es una «buena persona», sus excelentes condiciones para el fútbol y, sobre todo, su pertenencia a «un gran club». Ese ha sido uno de los principales problemas de Cancelo en Mestalla: la propiedad, tan apremiada por venderlo, no le explicó que está en uno de los grandes clubes de Europa.

Javi Fuego se comportó desde la distancia como ese capitán tan echado de menos estos meses en el Valencia. Conocí a Javi Fuego en la primavera pasada, en un viaje a Singapur, y me dio la impresión de ser un tipo comprometido e ilusionado con la etapa de Ayestarán al frente del equipo, muy consciente de lo que suponía jugar en el Valencia. Listo para ayudar a todos.

Al volver de vacaciones, Fuego había sido traspasado al Espanyol por un millón de euros. Fue un traspaso dañino para un vestuario sin referentes para los jóvenes como Cancelo. La frivolidad de su venta, como la de otras operaciones durante el verano, llevó al equipo a una situación límite en diciembre pasado que solo la sabiduría de Voro ha sabido corregir. Lo de Cancelo no es para rasgarse las vestiduras, sino para aprender cómo los veteranos deberían llevar a los jóvenes.

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