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Un libro

Hoy he felicitado a un joven. Ocurrió en un tren de cercanías de Melbourne. Estaba aquél leyendo un libro de cuentos de J.D. Salinger, el enigmático autor de "El guardián entre el centeno".

Le felicité porque era el único entre los viajeros, en su mayoría jóvenes y con seguridad estudiantes, que tenía abierto un libro de bolsillo en lugar de dedicarse a teclear nerviosa y obsesivamente en su teléfono móvil.

Le comenté que la adicción a los teléfonos móviles es una enfermedad cada vez más extendida, una especie de nuevo "opio del pueblo", y que me alegraba por ello de ver a alguien que seguía cultivando el viejo y noble arte de la lectura.

Le pregunté por su profesión y me comentó que vivía con su mujer y sus hijos en el campo, había estudiado terapia artística, no tenía trabajo fijo y estaba haciendo de momento un voluntariado.

Entablar conversación con alguien cuando se viaja en un medio de transporte público se ha vuelto cada vez más raro, incluso en un país de gente tan abierta como son los australianos.

Como en otras partes, cada cual está pendiente de su móvil sin fijarse en quien tiene enfrente o se sienta a su lado, sin esbozar siquiera una sonrisa de reconocimiento de su presencia.

Es el nuestro un mundo de solipsistas. La cosa parece no tener remedio. Y nada les conviene más a quienes nos gobiernan.

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