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Propensión a los encajes

De nuevo se suceden las jornadas de esplendor para Rajoy Brey. Son tantas... pero lo sustancial es la impronta. Ya lo dijo en aquella puesta en escena rodeado de su séquito: «Esto no es una trama del pepé; esto es una trama contra el pepé». Sí, señor. No todo el mundo es capaz de soltarlo con expresión severa en el rostro. Por eso, aunque el citado a declarar por la Audiencia Nacional es él, no se quiebra; porque solo hay que verlo hacer footing para comprender que el ritmo al que se desenvuelve no puede ser más desasosegante para el resto de competidores de fondo que, por cierto, brillan por su ausencia.

Tres cuartos ocurre con su querida Esperanza Aguirre, que fue quien destapó Gürtel. Sobre que es una trama en contra que fue ella quien desenmascaró creo que existen pocas dudas. Pruebas, indicios, testimonios, encarcelados, barandas que andan sueltos, cuentas y demás así lo atestiguan. Ahora bien, y lo de Ignacio González, ¿qué? Hombre por Dios, el que no lo vea es porque no quiere verlo. ¿En tiempos de quién se llevó a cabo una obra como el Canal de Isabel II? Pues en los de la sucesora de Fernando VII. ¿Ustedes saben lo que se cuenta que dijo la reina tras obligarla el Gobierno a casarse con su primo el duque de Cádiz? Pues, «¿qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?». Pero ahí está el desagravio de González haciendo que rezume como nunca el líquido por el canal. Si es que lo que viene destapándose estaba escrito tras ser conocida la soberana como «la de los tristes destinos» y «la reina castiza». Bien es verdad que espabiló y, en trance de grave crisis económica, la Borbón dispuso que se enajenasen bienes del real patrimonio para el socorro de la nación a lo que Castelar replicó que la ilustre dama se quedaba con el 25 por ciento de comisión por lo que el profesor fue expulsado de la uni. Cuántas lecciones podía haberle dado Marhuenda.

Isabel II estaría más que orgullosa porque, mientras ella tuvo que irse por piernas al exilio, esta dinastía, ni con agua caliente.

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