A falta de comprobar que a la tercera (dimisión) va, de verdad, la vencida, la lideresa por excelencia de la derecha española, Esperanza Aguirre, volvió a despedirse ayer de la política «asumiendo responsabilidades». Pero en ese mismo reconocimiento de su culpabilidad por omisión, la eterna rival de Mariano Rajoy le lanzaba a éste un tropedo en plena línea de flotación. Al atribuir su marcha fundamentalmente al hecho de no haber «vigilado» convenientemente a sus «ranas» -sin necesidad de habérselo llevado crudo ella en persona- deja en evidencia el argumento de su presidente, que siempre ha alegado que no conocía las trapisondas de sus subordinados en Génova 13. Pero, claro, eso significa que tampoco los habría «vigilado» como se esperaría de su responsabilidad (Espe dixit).
Y por si eso no fuera poco, el tribunal del caso Gürtel vino a lanzar al presidente del Gobierno -de gira ciega, sorda y muda por Brasil- un segundo obús al señalar que ha decidido finalmente citarle como testigo en la vista oral, por la falta de cooperación del Partido Popular en la instrucción de la causa. ¿Pero no habíamos quedado en que el partido había prestado siempre su plena colaboración por la justicia? Pues resulta que no, y por eso su número uno tendrá que pasar al final por el amargo trago.
