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La moción de censura que hace oposición a la oposición

Podemos ha anunciado que presentará una moción de censura frente al Gobierno de Mariano Rajoy. Una moción que no tiene ninguna posibilidad de prosperar. Lo cual no significa que no tenga utilidad. En la historia de la democracia española se presentaron dos mociones de censura, ninguna de las cuales prosperó. La primera, en 1980, presentada por los socialistas contra el Gobierno de Adolfo Suárez y de UCD, alentó las divisiones internas en dicho partido, legitimó la capacidad del PSOE como partido de Gobierno y fue el preludio directo de la marea socialista en las elecciones de 1982, que inició el largo período de hegemonía del PSOE.

La segunda moción de censura, de Alianza Popular en 1987, entonces dirigida por Antonio Hernández Mancha, se presentó, precisamente, contra el Gobierno de Felipe González. Pero en este caso a quien debilitó fue a la propia AP y a Hernández Mancha, evidenciando su carencia de apoyos y, en suma, la absoluta ineficacia de dicha moción.

Por tanto, de la experiencia previa deberíamos sacar, en principio, una lectura ambivalente: las mociones de censura pueden debilitar al Gobierno, pero también a quien las presenta. En este caso, Podemos tiene la ventaja de que la presenta contra un Gobierno débil, en minoría, otra vez (una vez más) acosado por escándalos de corrupción. Un Gobierno, en definitiva, casi indefendible. Y la desventaja de que, previsiblemente, casi nadie se sume a la moción de censura de Podemos, y este partido evidencie su aislamiento, además de los problemas que ya conlleva la moción: improvisación, falta de rigor, etcétera. La lectura podría ser: el mismo partido que lanza a la calle ridículos tramabuses, o que pone en ridículo a su portavoz Irene Montero, quejosa de que la Cadena Ser no le deje participar en una tertulia a la que no había sido invitada, ahora haría el ridículo con una moción de censura.

Sin embargo, el factor que definitivamente decanta la balanza en favor de la moción de censura, para Podemos, es que se trata de una iniciativa lanzada contra la oposición. El Gobierno de Rajoy, en efecto, es débil. Lo es no sólo por su situación coyuntural, acosado una vez más por la corrupción, sino porque depende de apoyos externos. Y es contra esos apoyos contra los que se lanza la moción. Contra Ciudadanos y, sobre todo, contra el PSOE. Más concretamente, el PSOE susanista, que en su día apoyó la investidura de Rajoy, absteniéndose en una decisión que, conforme pasa el tiempo, más claramente puede percibirse como un error histórico.

El objetivo evidente de Podemos, con la moción, es que el PSOE se retrate. Otra vez. Y que la candidata a las primarias, Susana Díaz, que ya se lució en octubre con su sangriento golpe de mano frente a Pedro Sánchez y con la abstención en la investidura, ahora haga de nuevo lo propio. En beneficio de Podemos, y de las expectativas del propio Sánchez ante las primarias socialistas. Tiene hasta cierto mérito que Díaz sea responsable de haber convertido, por dos veces, a Sánchez en un líder: primero con él, cuando lo aupó a la Secretaría General del PSOE, y luego contra él, cuando le echó de allí.

Y si se diera la casualidad de que, de repente, al PSOE de Susana Díaz le entrase un ataque de izquierdismo, (o de miedo de perder las primarias), el mérito también sería de Podemos. Así que la moción de censura puede parecer un brindis al sol, y seguro (viniendo de los mismos estrategas que urdieron el tramabús) que ha sido decidida con frivolidad y precipitación. Pero eso no significa que no pueda salirles bien.

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