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La doble realidad del PSOE

Pedro Sánchez se enfrenta a un camino de espinas para no defraudar a los militantes que le han dado su respaldo y han dictado el epitafio del PSOE de las figuras históricas

La victoria de Pedro Sánchez tiene mucho de ruptura con el «status quo» del partido, incluso más allá de la propia figura del nuevo secretario general. La mayoría de los militantes, con sus votos, han dado también la espalda a lo que representan figuras históricas de la organización que se vincularon al proyecto de Susana Díaz: Felipe González, José Luis Rodriguez Zapatero, Alfonso Guerra, José Bono, Alfredo Pérez Rubalcaba y la mayoría de los actuales barones regionales, entre ellos Ximo Puig. Y probablemente, en el voto de estos militantes estaba incluido un importante número de socialistas que en su día creyeron y apoyaron el modelo de partido que representaban y que ahora han decidido dejarlo fuera de juego; un primer epitafio al PSOE histórico.

Esa distancia que muestran la mayoría de los militantes socialistas respecto a los órganos de dirección es, curiosamente, la misma que existe entre los electores y la mayoría de los partidos tradicionales. Es decir dos visiones de la realidad superpuestas e incompatibles.

Ahora, a Sánchez le toca trasladar esa realidad que ven las bases que le apoyan a un partido fracturado, con un suelo tan extremadamente frágil que corre el riesgo de romperse. Y otras dos visiones de la realidad superpuestas e incompatibles vuelven a aflorar. De un lado, la propuesta del «liderazgo integrador del pluralismo» que exige la crisis, recogido en su programa, y de otra, la de su mano derecha, Adriana Lastra, verbalizando la opinión de una parte de sus seguidores: «Los barones deberían pedir perdón» a las bases del partido. «La militancia dijo: o volveis a representarnos, o dejareis de hacerlo».

Preocupante comienzo, si a eso le sumamos lo incómodo que se sintió Pedro Sánchez rodeado de los suyos cantando La Internacional y levantando el puño; casi tan molesto como Susana Díaz reconociendo su derrota y posando al lado del vencedor.

Y mientras el nuevo secretario general intenta acometer -si tiene intención de ello y puede- ese cambio del partido prometido a los militantes, que incluye elecciones directas de candidatos a todos los niveles de la organización, con la participación de los simpatizantes, que seguramente levantará muchas ampollas en el actual aparato -la «podemización» del PSOE-, también deberá lidiar otras cuestiones políticas que van más allá del partido en las que se juega la credibilidad del electorado.

Por ejemplo, ejercer de líder sin estar en el Congreso de los Diputados, Cámara a la que solo puede acceder por la puerta grande: como candidato tras una moción de censura, su segundo problema. También deberá pronunciarse sobre el referendum catalán. Y por supuesto, para dar ese paso más hacia la izquierda que anuncia, tendrá que dejar claras las líneas con Podemos, que volverá a cruzarse en su camino, y no será precisamente para tenderle puentes.

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