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Revuelta y vuelta de Sánchez

El día de las primarias en la calle de Ferraz (en Madrid) se vivió algo por ahora inédito, un exlíder que recuperaba el liderato, un exsecretario que volvía a ganar las primarias (y por segunda vez se alzaba con la victoria). Pocos le daban como ganador, es bien sabido que la apuesta era arriesgada y que la candidata oficial era a todas luces Susana Díaz. Los otros eran dos perdedores que no se resignaban, mucho menos el vasco Patxi López.

Pero los militantes eligieron, con una ventaja de diez puntos, a Pedro Sánchez. Comprendo su alegría, porque ha sido una victoria trabajada. Ocho meses de campaña, con momentos de bajada, de desánimo. Y desde que llegó con los avales, muchos más de los esperables, de aliento. Como dijo el exalcalde donostiarra, «ha ganado la épica». Lo que parece el guión de una película norteamericana. Desde que fue defenestrado en aquella reunión del Comité Federal el 1 de octubre del pasado año, y cuando a poco dimitía de su escaño en el Congreso, pocos podían pensar que le quedaban posibilidades de tener vida política, como no fuera desde los márgenes. Conseguir más del 50 % de los votos no es cosa poca (y resultan ser más que la vez que, anteriormente, se enfrentaba a Eduardo Madina y llevaba detrás a la lideresa andaluza con todo su peso, la de la agrupación socialista más numerosa).

Como señalé en un artículo anterior, lo importante es cómo se recompone el puzle desde el día después. La noche de las primarias fue larga y la mañana siguiente hubo varios movimientos interesantes, en los aledaños del de nuevo líder y en de los que habían mostrado apoyar a su contrincante, les costó asimilar la derrota. Cada uno tiene su parte y tendrá que digerirla a su modo y manera, según situación. Sobre todo, porque ahora viene el congreso socialista y hay que enviar los representantes. Desde Extremadura ya apuntó Guillermo Fernández Vara que mejor siguiendo el porcentaje que indica la votación en cada demarcación territorial. Es una manera de salvar los muebles.

Y concomitante con estos movimientos (por decirlo así internos) se han dado los de los otros partidos, en los que no han faltado diversas valoraciones. Pero la más arriesgada, sin duda, la de Podemos, al ofrecer por boca de Pablo Echenique, retirar la moción de censura si el nuevo secretario general socialista promete que él presentará una, cuando le parezca conveniente (en esta legislatura o en este año). Le quiere pasar el chicle para que lo hinche. Oferta para meterle entre la espada y la pared desde el primer día. La presión ya estaba sobre la mesa desde el momento en que la presentaron y se concentraron en la plaza del Sol.

Para salir con bien de lo uno y de lo otro le va a faltar mucha cautela y no arriesgar su capital de entrada, para no enzarzarse en una guerra civil interna, que si se comienza, siempre lleva desgaste, y en la otra, que le hipotecaría. Queda una inmensa tarea, como reconocía Emmanuel Macron el día que ganó en Francia. No les falta osadía a los militantes socialistas que van a la contra de la corriente europea. La revuelta de Sánchez le ha llevado a ser el líder legítimo -los otros se lo reconocen- y ahora ha de demostrar que en la vuelta puede ser mejor y acertar para poder ser de veras la alternativa desde la izquierda a la derecha en el poder.

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