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El día en que pude trabajar con Chicho

Estaba en mi piso de entonces cerca de la estación del Cabanyal, era invierno del año 1995. Mi hijo pequeño andaba por allí correteando con apenas un par de años. Debía estar repasando guiones de «Si l'Encerte l'Endevine» , un concurso de sobremesa de GestMusic (los ex de la Trinca Mainat y Cruz) del que guardo un inmejorable recuerdo.

En aquel salón en el que días antes había tenido el privilegio de que la gran Mara Calabiug me entrevistara (probablemente la mejor entrevista que me hayan hecho, o al menos la que más he disfrutado) y en la que descubrí que teníamos en común nuestro amor por Soria. Pues andaba yo en esas cuitas cuando sonó el teléfono (el fijo, el que había). «¿Hablo con Ximo Rovira?», «Si, dígame», «Soy Cari Aragón» (sí, de los Aragón de Miliki, Emilio etc) «Le paso con el Sr. Chicho Ibáñez Serrador».

¿Cómo? ¿Que había dicho? ¿Chicho, el del «Un, Dos Tres»? Esto es una broma... Y no, apenas unos segundos después sentía que la televisión me hablaba. Era Chicho, al aparato que diría él. Estaba tan nervioso que debí sonar raro, o impostado o qué se yo. Quería saber de mi, estuvimos un rato charlando de tele. Me preguntaba cosas personales, de la familia y también del oficio. Tuve la sensación que me estaba radiografiando con aquella voz que tiene, tan elegante, con esa entonación de uruguayo pasada por una tetera british. Estaba buscando un presentador para «El Semáforo». ¿Se acuerdan de aquel disparate, de aquel estrambote televisivo con toques psicalípticos?

Si, aquel en el que conocimos a Marlene Mourreau en carne mortal, el que embutió en nuestra memoria colectiva a Cañita Brava. Me habló del programa, de la idea y sinceramente me gustó más bien poco. El programa, no trabajar con Chicho. Hubiera hecho lo que fuera con tal de presentar dirigido por él. Recuerdo que lo que más me retraía del formato era aquello de que el público a base de hacer todo el ruido posible con artefactos variopintos, fuera quien expulsara a los «artistas». Era un talent primigenio, un formato rompedor y ruidoso. Un «destrellato».

No obstante me invitó al «Waku Waku», con el ánimo de conocernos, presumo. Me halagó bastante el oído, le gustaba mi manera de hacer ante las cámaras. «Siempre andas con esa sonrisa y le pones mucho cariño», me dijo el maestro. Llegado el momento, ya saben, prefirió al recordado Jordi Estadella y no se lo reprocho. Me consuela saber que también rechazó a Emilio Aragón como presentador del «Un, Dos, Tres» por imberbe, por bisoño.

Recientemente TVE ha emitido el maravilloso documental «Historias Para Recordar», coincidiendo con el 45 aniversario del «Un Dos Tres». Les recomiendo que lo vean en TVE a la carta, es soberbio. Como dice Fedra Lorente tiene una varita mágica para los actores y el traje de maestro le encaja como un guante. Nos enseñó, como dice Bayona, a amar el cine de terror, fue nuestro Hitchcock barbudo.

Pero creo que es la gran Mayra quien mejor le define con tres palabras «Un genio malcriado». No olvidaré jamás siendo un crío en las noches de verano sus «Historias para no dormir». Los viernes el silbidito de la sintonía del «Un Dos Tres». Ni aquel día en que sonó en casa el teléfono (el fijo, el que había) y durante unas semanas pensé que un día podría trabajar con Chicho.

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