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Julio Monreal

La batalla del PSPV empieza ahora

Los resultados de las elecciones primarias en el PSOE que han devuelto el liderazgo del partido a Pedro Sánchez han sacudido esta semana las estructuras de los socialistas valencianos. Mientras José Luis Ábalos pasea su sonrisa satisfecha por platós, micrófonos y periódicos, investido como portavoz interino en el Congreso y listo para ser el nuevo y todopoderoso secretario de Organización, el aparato de Ximo Puig y Alfred Boix se lame las heridas de una contundente derrota.

Para evitar problemas y esquivar conflictos, y sobre todo para poner a salvo la Presidència y el Govern de la Generalitat, el secretario general del PSPV-PSOE ha renunciado a asistir como delegado al congreso federal del partido en junio después de que líderes comarcales y locales, especialmente de Castelló, cuestionaran su figura como cabeza de una delegación valenciana de aplastante mayoría pedrista. De este modo, Puig asistirá al cónclave de Madrid como secretario general de una federación, pero no como compromisario, por lo que no podrá votar sobre Sánchez ni sí ni no, aunque le ha prometido lealtad institucional si esta es recíproca. Puede que eso le alivie, después de haberlas tenido tiesas con el renacido líder desde que es presidente valenciano y haber dimitido como miembro de la ejecutiva federal para forzar su marcha en octubre.

La rebelión de los militantes contra sus líderes ha obligado a los dirigentes del socialismo valenciano a aparcar su cacareado susanismo y a ser pragmáticos para limitar los daños. Porque el huracán del sanchismo ha barrido no solo a los veteranos: la segunda generación, la del relevo, también ha salido trasquilada. Nombres como Carlos Fernández Bielsa, Rubén Alfaro o Roger Cerdà, alcaldes de Mislata, Elda y Xàtiva, citados por Susana Díaz en el famoso acto de proclamación de la presidenta andaluza como candidata, también han comprobado que gozan del favor de sus ciudadanos, pero sus militantes no están tan contentos. Por no hablar del alcalde de Ontinyent y presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez, patxista convencido hasta que en el último momento dió un volantazo hacia la andaluza, aunque no fuera más que para no enfrentarse a Puig.

Dispuesto a hacer de la necesidad virtud, el líder de los socialistas valencianos ha decidido poner un cortafuegos delante del Palau de la Generalitat para que las llamas del nuevo equipo de Ferraz no le alcancen. Abrillantará su uniforme de presidente e incluso entregará a los delegados al congreso federal un documento-resumen de lo que él ha bautizado como «la agenda valenciana» para que lo defiendan en Madrid, sea cual sea la corriente a la que sigan: financiación justa, necesidad de inversiones, pasos hacia un estado federal...

¿Serán suficientes su renuncia y el documento para firmar el fin de las hostilidades y contener a los militantes cabreados y a sus nuevos representantes pedristas? Seguramente bastará para que el nuevo aparato respete al Consell. La marea solo puede afectar a la titular de Sanitat, Carmen Montón, quien tiene posibilidades reales de regresar a la ejecutiva de Pedro Sánchez, en la que permaneció aquel recordado día de octubre tras las dimisiones. En estos días navega con bandera panameña por las aguas turbulentas del PSPV y el PSOE, como si no quisiera frustrar ninguna de sus opciones.

Pero en el congreso del PSPV previsto para julio o septiembre los diques institucionales no bastarán. No es previsible, según dicen desde uno y otro lado, que los pedristas presenten un candidato alternativo a Ximo Puig. Ábalos no quiere ser secretario general. Es el brazo derecho de Pedro Sánchez pero sus 35 años de actividad en el socialismo valenciano y en las instituciones le han dejado también heridas y fobias. No todos los pedristas con abalistas. Y en su entorno comentan que aunque ahora han surgido espontáneos para relevar a Puig como primer espada, precisamente el hecho de que sean varios garantiza que ninguno cortará orejas.

Descartada la bicefalia, en la segunda línea de la trinchera es donde comenzará la escabechina. La batalla interna en el PSPV se llevó por delante a José Manuel Orengo, hombre de confianza del presidente valenciano, y lo mismo puede suceder ahora con su primo y secretario de organización, Alfred Boix. Tres de cada cuatro delegados al congreso federal son de Sánchez y sólo uno del actual aparato. La factura se pasará en el verano, con una ejecutiva de cohabitación. Más que paz, habrá una tregua con escaramuzas hasta el momento de elaborar las listas electorales para municipales, autonómicas y europeas. En València, por ejemplo, se prevén los más duros combates entre los partidarios de confirmar a Sandra Gómez y los ahora vencedores, que intentarán promover a Aarón Cano o José Vicente Berlanga. La lucha puede abrir el camino a Manolo Mata hacia la Casa Consistorial. Las mayorías y las encuestas dirán la última palabra.

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