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Julio Monreal

Tres calvarios para Pere Fuset

"¿Es usted fallero?", le preguntó la joven encuestadora al hombre de barba morena, bien recortada, que se aprestaba a entrar en la sede de la Junta Central Fallera en la antigua cárcel de Monteolivete de València. Con una amable evasiva, un desconcertado Pere Fuset, presidente del organismo fallero y portavoz de Compromís en el ayuntamiento, eludía responder al cuestionario que su propio equipo había encargado a la empresa InvestGroup para conocer la opinión del colectivo festero sobre un amplio abanico de asuntos relacionados con las Fallas.

La primera reacción de Fuset fue preguntar a sus colaboradores cómo es que la encuesta se estaba haciendo a las puertas de la sede de la Junta, un lugar al que habitualmente sólo acuden dirigentes y representantes de la fiesta, no los falleros de base. El interés del portavoz no debía ser solo sociológico. Si únicamente contestan los dirigentes, la encuesta se encaminaría al desastre, porque lo que ha quedado claro en los dos años que lleva al frente del organismo es que en la Interagrupación y en la asamblea de presidentes no le tienen en mucha estima.

Pero el mal ya estaba hecho y los jerarcas de la fiesta se lanzaron a la yugular del presidente. Suposiciones, verdades a medias y mentiras descaradas fueron apilándose en los medios de comunicación y en las redes sociales sobre el contenido del cuestionario. Quedó grabado en piedra que la encuesta preguntaba por la gestión de Joan Ribó al frente del ayuntamiento, cuando ni el apellido ni el cargo del alcalde aparecen una sola vez en el extenso interrogatorio, previsto solo para falleros en activo en una ciudad en la que uno de cada ocho habitantes pertenece a una comisión. Ni siquiera se preguntaba por la gestión del equipo de la Junta Central Fallera, aunque sí se hacía sobre el cacareado traslado de la cremà a un lunes, la posibilidad de que haya también hombres en la corte de honor o los horarios idóneos de verbenas y despertaes.

Y al fin, lo más grave: se preguntaba si el entrevistado se sentía más español que valenciano o a la inversa. Eso sí que es una ofensa al colectivo. Uno no se explica, siendo la pregunta tan insidiosa, cómo es posible que todas las empresas de sondeos, incluido el CIS, la tengan incorporada a su menú habitual, lo mismo que si uno es católico practicante, no practicante o ateo, o dónde se sitúa en lo político entre el 1 y el 10, siendo el 1 la extrema derecha y el 10 la extrema izquierda.

Lo que ha dejado claro el sondeo es que a los dirigentes falleros no se les puede preguntar lo mismo que a las personas normales y corrientes. Ellos tienen la piel más fina que el delicao de Gandia. Por fortuna, no todos los falleros tienen la sensibilidad tan en la superficie. De los 900 encuestados en la muestra, sólo cuatro se negaron a responder.

Pese a todo, la munición estaba lista, los cañones, apuntando al tripartito y faltaba encender la mecha. Los encuestadores tenían que preguntar el nombre, la dirección y el teléfono del interrogado para que la empresa que dirige en València Adolfo López pudiera comprobar que cada cuestionario se había realizado. Y ese último requisito hizo estallar el polvorín. ¡Que dimitan todos! ¡Que Ribó comparezca en la asamblea de presidentes arrodillado y que pida disculpas! ¡Que se destruya la encuesta antes de ser procesados sus datos! ¡Si querían una encuesta tenían que habernos consultado y nosotros le habríamos dado cien mil! El ardor guerrero de interagrupados y presidentes habría dado para una segunda entrega del libro de Antonio Muñoz Molina.

Los dirigentes falleros quieren controlarlo todo, decidirlo todo, hacerlo todo... al mismo tiempo que reclaman que todo esté a su disposición; subvenciones, permisos, calles, noches... Durante 24 años de gobierno del PP y Rita Barberá, uno no recuerda no ya revueltas importantes, sino simples escaramuzas por diferencias de criterio entre falleros y munícipes. Eran los tiempos de las subvenciones para comprar casales en propiedad, la proliferación de carpas y verbenas en la vía pública, la tolerancia máxima con los horarios de los actos lúdicos... En suma, una comunión de fidelidades e intereses que funcionaba a las mil maravillas.

Pero Fuset llegó sustituyendo a los Lizondo, Cerviño, Grau, Crespo y Lledó. Y las fuerzas más conservadoras de la fiesta, que es conservadora en el estricto sentido de la palabra, pusieron la proa a este advenedizo de Compromís, procedente, curiosamente, del mismo valencianismo blavero que muchos de sus actuales detractores. Primero cometió el atrevimiento de querer exigir que el Libro Oficial de las Fallas, el que paga el ayuntamiento con fondos de todos los ciudadanos, falleros y no falleros, estuviera escrito en un valenciano normativo, el de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, como está establecido en el consistorio desde que los populares lo aprobaron con Rita Barberá al frente. Se acabaría así con la costumbre de que los versos del poeta ganador del concurso de Lo Rat Penat, escritos en el valenciano de Lo Rat Penat, ocuparan las páginas del Libro Oficial. ¡Qué atrevimiento! ¡Mira que pretender hacer que se cumpla la ley! ¡Hasta dónde vamos a llegar!

El segundo calvario de Fuset llegó por la vía de los trajes. Unas normas de vestimenta para las falleras mayores y las cortes de honor que indicaban hasta dónde tenía que llegar la falda, elaboradas por anteriores equipos de la Junta Central y no eliminadas por el nuevo gobierno, desataron una nueva polvareda. Y todo el polvo fue para los ojos de Fuset, que tuvo que destituir al secretario general del organismo como chivo expiatorio.

«Es que no quieren a la fiesta», concluye Félix Crespo en un comunicado del Grupo Popular del ayuntamiento que el que fue presidente de la JCF e imparte Derecho Constitucional en la Universitat de València debió pensar un poco más antes de emitir. La fiesta no se debe politizar, defiende Crespo, en línea con el frente fallero anti Fuset. Aunque, bueno, si es a mi favor, que se politice cuanto más mejor, ¿no?

Al presidente de la Junta Central Fallera le quedan otros dos años en el infierno y quién sabe cuántas subidas al calvario más. Y está solo. Ni sus compañeros de tripartito, ni sus colegas de Compromís ni el mismo alcalde, que ha vuelto a ponerse de perfil como en las dos refriegas anteriores, han salido en su defensa o se han mojado por una encuesta inocua. Dicen que estaba decidido a promover un congreso fallero para revisar normas y reglamentos. A ver quién es el guapo que se anima con este panorama.

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