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Exageraciones semestrales

«Tenemos un problema de tesorería gravísimo y no podemos pagar porque no tenemos dinero», un tipo de frase repetida cada fin de semestre, con sus pagas extras asociadas. Como ocurre con toda situación morbosa, este tipo de desahogo verbal se recoge con titulares a juego: «Montoro ahoga a la Generalitat», para utilizar el del pasado jueves de este periódico.

Son muchos los años que llevamos en los que sus respectivas crónicas de junio y diciembre registran declaraciones sobre supuestas situaciones límites. Me acuso y pido disculpas por haber errado al alarmarme durante demasiado tiempo con tanta declaración política y, lo que me resulta mas agrio, haber caído en la tentación de reflejar aquellas ansiedades en esta columna. Entiendo a Sthendal cuando se lamentaba de haber empleado gran parte de su vida defendiéndose de la exageración, una enemiga artera de la felicidad. Con frecuencia el exceso empequeñece el tema objeto de la exageración y los distintos equipos del Consell lo han conseguido. La exageración es la mentira del hombre justo pero mediocre.

A pesar de la constante descalificación a Montoro, semestre a semestre y extra tras otra, los problemas se ha venido resolviendo y hay que dejar de participar en este ejercicio sadomasoquista que proviene de la Conselleria de Hacienda. Estoy convencido que efectivamente los políticos allí destacados sufren, pero parece que le han encontrado un cierto gusto, pues siguen en ello, cuando una devolución de transferencia les quitaría muchos problemas pasándolos a sus enemigos madrileños. Las «extras» nunca se han dejado de pagar y no creo que ello se debiera a ningún esfuerzo especial del Consell, como no fuera el de saber a priori de que podían apuntarse el mérito.

El episodio de ahora mismo es la queja de que a punto de cumplirse el primer semestre (maldita «extra») no ha llegado a Valencia el llamado FLA extraordinario (817 por la desviación del déficit del año anterior) ni el anticipo de la liquidación del modelo de financiación, aunque el Gobierno anunció que ya tramitaba el envío de 410 millones. Ninguna partida que deba venir de Madrid ha incumplido plazo alguno, en todo caso ha sido el Consell que se ha comprometido a gastos que no podía enfrentar.

Todo se interpreta en clave de partido, como si estuviéramos en un aquelarre canallesco donde no se sabe quién incumple. Ahora desde el Consell se argumenta que el año pasado por estas fechas, las arcas valencianas ya habían ingresado 1.944 millones, recordando que el 26 de junio se celebraron elecciones generales. En 2015, con autonómicas en mayo, la Conselleria de Hacienda ya había recibido 2.662 millones. Este año, dicen, el ministerio no ha enviado ni un solo euro y se admite, una vez mas, que hay problemas serios de pago a proveedores y empresas que dependen de la Generalitat, afirmando que la relación con el Ministerio «ha tocado fondo». El superlativo «gravísimo» aparece con fuerza y las descalificaciones morales a Madrid no cesan: «Saben lo mal financiados que estamos, la situación angustiosa que tenemos, pero el dinero no llega; siempre tenemos la caja vacía, siempre hay más que pagar que el dinero que llega de Madrid y nos acusan de que nuestro período medio de pago ha subido, ¡cómo no va a subir! si no tenemos dinero para pagar, es surrealista». Si el Consell piensa que vive situaciones surrealistas debe entregar las llaves de la institución. Los valencianos ya tenemos bastantes problemas como para tomar en serio a un equipo que define su situación como fuera de la realidad. Con las cosas de comer hay que ser consecuentes. Se habla de «deslealtad institucional» hacia la Generalitat que tiene que lidiar con competencias «carísimas» como la de Sanidad y la de Educación (de otras mucho mas discutibles como RTVV nada se dice) recordando la verdad de Perogrullo de que todo depende de Madrid. En pocas palabras, para el Gobierno de Puig estamos ante una canallada política a todos los valencianos: «Con el uso partidista del dinero no se aprieta a la Generalitat, sino a las familias y las empresas». Uno quiere bajarse de este tren.

Sin abusar del paralelismo, la forma de producirse del Consell es parecida a la del Gobierno que dirige Alexis Tsipras en Atenas, que periódicamente aparece desinflado con su mantra favorito («Grecia ha cumplido con sus compromisos, es hora de abordar la cuestión de la deuda») recurriendo al ministro alemán de Hacienda como diablo doméstico, que una vez tras otra niega la posibilidad de una reestructuración de la deuda griega. Una sucesión de grandes lamentos y procelosos temores, que año a año producen el parto de un nuevo aplazamiento, hasta la próxima reunión, con el mensaje de que la vida sigue. El episodio griego de este mes de Junio ha producido un nuevo desbloqueo del pago de 8.500 millones del rescate a Grecia. La liturgia del Eurogrupo está entre la comedía y la exageración con nada mas y nada menos, que 44 reuniones dedicadas a Grecia, desde 2010.

Inmersos en sus respectivos surrealismos, ni Tsipiras decide salirse del euro, ni Puig devolver competencias. Uno piensa que es más fácil amenazar periódicamente sobre una crisis del Euro que afrontar una solución arriesgada y el otro está dispuesto a mantener la Generalitat con su actual formato, aunque no tenga dinero para dar los servicios comprometidos y ponerse en la cola del FLA con todas las descalificaciones a Madrid que sean de menester.

La financiación autonómica se la ha ido de las manos a Rajoy. Cataluña tiene un gran número de infraestructuras con el llamado peaje en sombra, consistente en pagar a las empresas privadas por el uso que se haga de ellas. Aquellos sueños de Pujol son hipotecas que pesan demasiado y han decidido rescatarlas. Sorprendentemente han recurrido al FLA sin que parezca inmutarles que desde que se puso en marcha, en 2012 , más de 52.000 millones, el 68% del total, de la deuda catalana de 76.000 millones, estén en manos de un Estado del que van a separarse.

No sólo se exagera, además alguien no dice verdad.

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