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Dos congresos en la moviola

Por estas fechas, en 1937, se paseaban por València (y en Madrid) personajes de primera categoría intelectual y política que tomaban parte en el Congreso de Intelectuales Antifascistas. Provenían de medio mundo, algunos ya eran muy conocidos en este país, otros lo serían en un futuro inmediato o más lejano. Como pude poner de relieve en este mismo periódico cuando se rememoró en 1987 la efeméride, el acto en el Ateneo Mercantil, en el que tomaron parte Carles Salvador y otros representantes, que basándose en la doctrina del presidente Wilson, eran unos adelantados de la reclamación identitaria y nacionalista.

Del congreso, quiero aquí recordar el impacto que tuvo la presencia de un joven Octavio Paz, que conocería a Juan Gil-Albert (luego en el exilio ya colaborarían). Fue muy emocionante y por esperado no menos intenso, verles juntos, en el Palau de la Música, una mañana, en 1987. Su recorrido había sido tan largo como complejo y sus obras habían crecido hasta alcanzar talla universal, sin dejar ambos de ser ejemplarmente humanos.

Hubo un momento en que se fueron a comer a la entonces flamante piscina de las Arenas. Allí se pronunciaron los brindis de rigor. No faltaban Louis Aragon, Tristan Tzara o Lucien Benda, pero no sé si André Malraux quiso ausentarse, como no asistió a ninguno de los actos Ernest Hemingway, que estaba haciendo campaña por la República Española en Estados Unidos, tras haber hecho una primera visita al frente, en Guadalajara, y haber residido en Madrid (hotel Florida) y pasar por València, dejando marca en sus crónicas y en su futura novela.

Algunas de las impresiones en vivo y en directo se las debo a Gil Albert, en conversaciones largas y repetidas, otras a Stephen Spender cuando regresó a las mismas calles, en 1987 (con una actitud de fidelidad a sus ideales y a sí mismo, ejemplar). La de Luis Cernuda en la Casa de la Cultura, en la calle de la Paz, la ha dejado el autor valenciano en uno de sus libros memorialísticos. Las otras discusiones y recuerdos, del 1987, con Jorge Semprún o Saramago, contradictorias en sí mismas, las atesora uno y he publicado en parte; la ironía del primero, la desilusión del segundo.

Eran tiempos difíciles, de choque ideológico, y la lógica de las armas y la fuerza se estaban imponiendo y se impondría pronto en toda Europa. La Alianza de Intelectuales fue manejada por los comunistas en la etapa de los frentes populares. Detrás estaba Josef Stalin con todo su poder.

Los actos que se anunciaron el martes pasado supongo que analizaran en profundidad uno y otro congreso y el papel de intelectuales, su responsabilidad, sus conflictos, disidencias y renuncias. Ya veremos si en esta tercera ocasión están a la altura de las circunstancias, porque los tiempos son difíciles, de enconados choques y de desafíos en España y en el mundo entero. La defensa de las libertades y de la democracia sigue siendo crucial. La de la crítica y el rigor también. Hay muchas lecciones que aprender y transmitir.

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