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Macron, el último gran héroe

Ocurre periódicamente. En concreto, cada vez que hay un cambio en la presidencia de la República Francesa. Llega un nuevo presidente y se acumulan los analistas de actualidad que explican que, esta vez sí, el recién llegado va a subvertir el orden -diplomático- establecido. Que esta vez Francia, un país que se resiste a reconocer su definitiva pérdida de influencia a nivel mundial (e, incluso, a nivel europeo), va a poner firmes a los poderosos, sean éstos Alemania, Gran Bretaña o -sobre todo- Estados Unidos. Todos se centran en el recuerdo de Charles de Gaulle, el último dirigente francés que se atrevió a llevar a cabo una política exterior autónoma de la dinámica de bloques y de los intereses de los aliados, en particular -de nuevo- EE UU.

Además, con el actual líder francés, Emmanuel Macron, concurre otra circunstancia adicional para generar esta dinámica de fascinación: Macron, se nos dice, es un político independiente (a pesar de que su candidatura fue una operación diseñada directamente por su antecesor en el Palacio del Elíseo, François Hollande); con ideas nuevas (¡a pesar de que no sabemos cuáles son!); y con una agenda propia (ídem).

Como muestra, un botón: hace un par de meses, el recién llegado Macron se encontró por primera vez con Donald Trump y -atención- le sostuvo la mirada durante un largo apretón de manos. ¿Alguien puede conceptuar un comportamiento más valiente y arrojado que ese? ¡Macron, en solitario y sin ayuda de nadie, se enfrenta al desafío vaquero del presidente de EE UU, el payaso-archivillano favorito de los medios!

Sin embargo, ahora, en la visita oficial de Trump a Francia, los mismos analistas que se maravillaban de esa pose de macho impertérrito de Macron frente al «desafío trumpista del apretón de manos» ahora se deshacen en elogios ante un Macron diferente: conciliador, suave en las formas, deseoso de agradar a Trump, hay quien diría que genuflexo ante él. Pero no: todo obedece, nos dicen los analistas, al afán de Macron por ofrecerle «una salida» a Trump, internacionalmente aislado. Por llevar a Trump al redil de la diplomacia internacional. Y él, Macron, será el autor de tal hazaña.

Cabe preguntarse, exactamente, por qué debería ser tan importante para Trump, teniendo en cuenta sus prioridades (por no hablar de las de sus votantes), estar mejor considerado en lo que no dejan de ser unos pequeños y pintorescos países europeos, potencias de segundo orden que tampoco tienen muy claro, ni Trump ni sus votantes, dónde ubicar en el mapa. Pero ya tenemos a los hagiógrafos de Macron, en Francia y fuera de Francia, vendiéndonos este nuevo hito diplomático.

La historia terminará, más pronto que tarde, y de forma bastante previsible. También Nicolas Sarkozy iba a refundar el capitalismo, Hollande iba a pararle los pies a Angela Merkel y a diseñar una nueva política económica para la UE, y ya ven cómo están las cosas: nada mejor para el capitalismo que colocar a un representante (Macron) para garantizar que dicha política económica se mantenga tan austera e inhumana como siempre.

La moda macroniana nos ha traído también momentos extraordinariamente pintorescos en España. Porque detrás de las alabanzas sin freno llegan muy pronto, como es hasta cierto punto lógico, las comparaciones. ¿Quién es el Macron español? Los medios también lo tienen claro: Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. Al menos, lo tienen claro los medios que también tienen claro que Ciudadanos sube como la espuma en las encuestas (será interesante cotejar dichas encuestas con los resultados electorales, si se produce la previsible deriva de Ciudadanos y la absorción de sus votantes por parte del PP, como ha pasado siempre en España con los partidos bisagra).

Y también lo tienen claro, sin duda, los dirigentes de Ciudadanos, notablemente su experto en economía, Luis Garicano, que dijo hace unas semanas que ojalá España tuviera un sistema electoral de doble vuelta, porque en tal caso Rivera seguro que ganaba en la segunda vuelta, «como Macron». Aunque a Garicano se le olvidó tener en cuenta que es un poco difícil pasar a segunda vuelta de unas elecciones si en la primera vuelta quedas cuarto, con un 13 % de los votos. Pero de ilusión también se vive.

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